Otra Objeción: “Pablo aconseja a Timoteo Acerca de su Estómago”

(Another Objection: Paul's Advice to Timothy About His Stomach)

Sabemos que Pablo le dijo a Timoteo que usara un poco de vino para su estómago y sus frecuentes molestias (ver 1 Timoteo 5:23).

En verdad, Pablo le dijo a Timoteo que dejara de beber agua y que usara un poco de vino para su estómago y sus frecuentes molestias. Esto parece indicar que había algo malo con el agua. Naturalmente, si tú estás bebiendo agua contaminada, debes dejar de beberla y empezar a beber otra cosa o probablemente tendrás problemas estomacales como Timoteo.

 

Otra Objeción:” Pablo Dijo que Había Dejado a Trófimo Enfermo en Mileto”

(Another Objection: "Paul Said He Left Trophimus Sick at Miletum")

Estoy escribiendo esta oración en una ciudad de Alemania. Cuando salí de mi casa en los Estados Unidos la semana pasada, dejé a mucha gente enferma en mi país. Dejé hospitales llenos de gente enferma. Pero esto no quiere decir que la voluntad de Dios para ellos era que no recibieran sanidad. Sólo porque Pablo dejó a un hombre enfermo en la ciudad que él visitó, no prueba que no era la voluntad de Dios que este hombre fuera sano. ¿Y qué acerca de la cantidad de gente no salva que Pablo también dejó atrás? ¿Prueba esto que no era la voluntad de Dios que ellos fueran salvos? Absolutamente no.

Otra Objeción:”Estoy Sufriendo por la Gloria de Dios”

(Another Objection: "I'm Suffering for the Glory of God")

Esta objeción es usada por algunos que han tomado el verso de la historia de la resurrección de Lázaro como base para decir que ellos están sufriendo la enfermedad por la causa de Dios. Jesús dijo concerniente a Lázaro:

“Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella” (Juan 11:4).

Jesús no estaba diciendo que Dios estaba siendo glorificado como resultado de la enfermedad de Lázaro, sino que Dios sería glorificado cuando Lázaro se sanara y se levantara de los muertos. En otras palabras, el resultado final de la enfermedad no habría de ser la muerte, sino que Dios fuera glorificado. Dios no es glorificado en la enfermedad; Él es glorificado en la sanidad. (Ver Mateo 9:8; 15:31; Lucas 7:16; 13:13 y 17:15, donde la sanidad trajo gloria a Dios).

Otra Objeción: “Jesús Sólo Sanó para Probar su Deidad”

(Another Objection: "Jesus Only Healed to Prove His Deity")

Algunos quieren que creamos que la única razón por la cual Jesús sanaba era para probar su deidad. Ahora que su deidad está bien establecida, supuestamente, él ya no sana.

Esto es completamente incorrecto. Es cierto que los milagros de Jesús autentificaron su deidad, pero esta no es la única razón por la que Él sanó a la gente durante su ministerio terrenal. Muchas veces Jesús le prohibió a la gente a la que sanaba que hablara de lo que les había pasado (ver Mateo 8:4; 9:6, 30; 12:13-16; Marcos 5:43; 7:36; 8:26). Si Jesús hubiera sanado a la gente con el singular propósito de probar su deidad, le hubiera dicho a toda esa gente que contaran a todos lo que Él había hecho por ellos.

¿Cual era la motivación detrás de las sanidades de Jesús? Muchas veces las escrituras dicen que Él sanó porque “fue movido a compasión” (ver Mateo 9:35-36; 14:14; 20:34; Marcos 1:41; 5:19; Lucas 7:13). La razón por la que Jesús sanaba era porque amaba a la gente y tenía compasión de ellos. ¿Tiene ahora Jesús menos compasión que cuando estuvo en la tierra? ¿Ha disminuido su amor? ¡Absolutamente no!

La Sanidad Proclamada

(Healing Proclaimed)

Desafortunadamente, la salvación ha sido reducida hoy en día a poco más o menos que el perdón de los pecados. Pero la palabra griega que con frecuencia se traduce como “salvo” y “salvación” implica no sólo el concepto del perdón, sino de completa libertad y sanidad.[1] Consideremos a un hombre en la Biblia que experimentó la salvación en todo este sentido. Él fue sanado por su fe mientras escuchó a Pablo predicar el evangelio en su ciudad.

“Y ellos, al darse cuenta, huyeron a Listra y Derbe, ciudades de Licaonia, y a toda la región circunvecina, y allí predicaban el evangelio. Cierto hombre de Listra estaba sentado, imposibilitado de los pies, cojo de nacimiento, que jamás había andado. Este oyó hablar a Pablo, el cual, fijando en él sus ojos y viendo que tenía fe para ser sanado, dijo a gran voz ¡levántate derecho sobre tus pies! Él saltó y anduvo” (Hechos 14:6-10).

Note que mientras Pablo predicaba “el evangelio”, el hombre escuchó algo que produjo fe en su corazón para recibir la sanidad física. Al menos, él tuvo que haber escuchado algo acerca del ministerio de sanidad de Jesús y cómo Jesús sanó a cada uno que lo pidió por fe. Tal vez Pablo también mencionó la profecía de Isaías en donde Jesús llevaba nuestras enfermedades y dolores. No sabemos, pero debido a que “la fe viene por el oír” (Romanos 10:17), este hombre imposibilitado de los pies tuvo que haber escuchado algo que le hiciera tener fe en su corazón para ser sanado. Algo que Pablo dijo le convenció de que Dios no quería que siguiera enfermo.

El mismo Pablo tuvo que haber creído que Dios quería que ese hombre se sanara, o sus palabras nunca hubieran podido convencer a este hombre para que tuviera fe en su sanidad, y Pablo no le hubiera dicho que se levantara. ¿Qué hubiera pasado si Pablo hubiera dicho lo que muchos predicadores modernos dicen? ¿Qué si él hubiera predicado: “No es la voluntad de Dios que todos sean sanos”? El hombre no hubiera tenido fe para ser sanado. Tal vez esto explica por qué hay tantos que no son sanados hoy en día. Los mismos predicadores que deberían estar inspirando a la gente a tener fe en la sanidad, están destruyendo su fe.

De nuevo, note que este hombre fue salvo por su fe. Si no hubiera creído hubiera permanecido con su enfermedad, aunque fuera la voluntad de Dios el sanarle. Además, seguro había otras personas enfermas ese día, pero no sabemos si alguien más fue sanado. Si fue así, ¿por qué no fueron sanados? Por la misma razón por la que mucha gente no fue salva ese día, por no creer en el mensaje de Pablo.

Nunca debemos de concluir que no es la voluntad de Dios sanar a alguien por el hecho de que alguna gente nunca se sana. Esto sería como concluir que no es la voluntad de Dios para todos el nacer de nuevo sólo porque alguna gente nunca nace de nuevo. Cada persona debe creer el evangelio si quiere ser salvo, y cada persona debe creer que va a ser sanada.


[1] Por ejemplo, Jesús le dijo a una mujer que había sido sanada de sangrado interno, “hija tu fe te ha salvado” (Marcos 5:34). La palabra griega traducida como “salvado” (sanado) en este verso (sozo) y en diez versos más en el Nuevo Testamento es traducida como “salvo o con salvación” en más de ochenta veces en el Nuevo Testamento. Es, por ejemplo, la misma palabra que se traduce como “salvo” en Efesios 2:5, “por gracia sois salvos por medio de la fe”. Por esto vemos que la sanidad física está implícita dentro del significado de la palabra griega que se traduce frecuentemente como “salvo”.

 

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Capítulo Quince – Sanidad Divina » La Sanidad Proclamada

Otra Objeción: “Dios me Quiere Enfermo por Alguna Razón”

(Another Objection: "God Wants Me to be Sick for Some Reason")

Esto es imposible a la luz de todas las escrituras que hemos leído. Si tú has persistido en la desobediencia, podría ser verdad que Dios permita tu enfermedad con el motivo de que te arrepientas. Pero, aun así, no es su voluntad que permanezcas enfermo. Él quiere que te arrepientas y que sanes.

Además, si Dios quiere que estés enfermo, entonces ¿por qué vas al doctor y tomas medicamentos, esto con la esperanza de ser sanado? ¿Estás tratando de salirte de la voluntad de Dios?

La Sanidad en la Cruz

(Healing on the Cross)

Un buen lugar para empezar el estudio de la sanidad divina es el capítulo cincuenta y tres de Isaías, universalmente conocido como una profecía mesiánica. A través del Espíritu Santo, Isaías gráficamente habló acerca de la muerte y sacrificio de Jesús y de la obra que Jesús haría en la cruz:

“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores, ¡pero nosotros le tuvimos por azotado, como herido y afligido por Dios! Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. Por darnos la paz cayó sobre él castigo, y por sus llagas fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (Isaías 53.4-6).

Por la inspiración del Espíritu Santo, Isaías declaró que Jesús llevó nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores. Una mejor traducción del original griego indica que Jesús llevó nuestras enfermedades y dolores, como muchas traducciones lo indican en las notas de referencia.

La palabra en hebreo traducida como dolores de Isaías 53:4 es la palabra choli la cual se encuentra también en Deuteronomio 7:15; 28:61; 1 Reyes 17:17; 2 Reyes 1:2; 8:8, y 2 Crónicas 16:12; 21:15. En todos estos casos esta palabra es traducida como enfermedad. La palabra traducida como sufrimiento es la palabra hebrea makob, la cual también se encuentra en Job 14:22 y Job 33:19. En ambos casos esta palabra se traduce como dolor o dolores.

Todo esto quiere decir que la mejor traducción de Isaías 53:4 es “ciertamente llevó él nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores“. Este hecho se sella con la cita directa de Isaías 53:4 en el evangelio de Mateo: “Él mismo tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias” (Mateo 8:17).

Al no poder escapar de estos hechos, algunos tratan de convencernos que Isaías se estaba refiriendo a nuestra supuesta “enfermedad espiritual”. Sin embargo, lo que dice Mateo acerca de Isaías 53:4 no deja ninguna duda de que Isaías se refería a la enfermedad física. Vamos a leer todo el contexto:

“Al caer la noche le llevaron muchos endemoniados, y con la palabra echó fuera a los demonios y sanó a todos los enfermos, para que se cumpliera lo dicho por el Profeta Isaías: “Él mismo tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias” (Mateo 8:16-17, énfasis agregado).

Mateo evidentemente dijo que la sanidad física era realizada por Jesús como se había dicho en Isaías 53:4. Por esto no hay duda de que Isaías 53:4 es una referencia de Cristo llevando nuestras enfermedades y dolores. [1] Así como la Escritura dice que Jesús llevó nuestras iniquidades (ver Isaías 53:11), también dice que él llevó nuestras enfermedades y dolores. Éstas son noticias que deberían hacer feliz a cualquier persona enferma. Por su sacrificio expiatorio, Jesús proveyó para nuestra salvación y sanidad.


[1] Al tratar de encontrar cualquier argumento para justificar su incredulidad, algunos tratan de convencernos de que Jesús hizo realidad Isaías 53:4 completamente al sanar a la gente esa noche en Capernaúm. Pero Isaías dice que Jesús llevó nuestras enfermedades, al igual que dice que él fue molido por nuestros pecados (compare Isaías 53: 4 y 5). Jesús llevó las enfermedades de aquellos por cuyos pecados él fue molido. Así que, Mateo sólo estaba indicando que el ministerio de sanidad de Jesús en Capernaúm era prueba de que Él era el Mesías del que se hablaba en Isaías 53, aquel que llevaría nuestros pecados y enfermedades.

 

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Capítulo Quince – Sanidad Divina » La Sanidad en la Cruz

Un Segundo Error Común

(A Second Common Mistake)

Muchos cristianos intentan confiar en que las promesas de Dios se cumplan en sus vidas, sin cumplir las condiciones que acompañan a esas promesas. Por ejemplo, yo he escuchado algo que los cristianos dicen acerca del salmo 37: “La Biblia dice que Dios me dará los deseos de mi corazón. Y eso es lo que estoy creyendo”.

Sin embargo, la Biblia no dice solamente que Dios nos dará los deseos de nuestro corazón. Aquí está lo que verdaderamente dice:

“No te impacientes a causa de los malignos ni tengas envidia de los malhechores, porque como la hierba serán pronto cortados y como la hierba verde se secarán. Confía en Jehová y haz el bien; habitarás en la tierra y te apacentarás de la verdad. Deléitate asimismo en Jehová y Él te concederá las peticiones de tu corazón. Encomienda a Jehová tu camino, confía en Él y Él hará” (Salmos 37:1-5).

Muchas condiciones se deben cumplir si queremos creer que Dios nos va a conceder las peticiones de nuestro corazón. De hecho, encontré por lo menos ocho condiciones en estos versos. A menos que cumplamos con esas condiciones, no tendremos el derecho a recibir la promesa de bendición. Nuestra fe no tendría fundamento.

Los cristianos también suelen citar la promesa encontrada en Filipenses 4:19: “Dios suplirá todas mis necesidades de acuerdo a sus riquezas en gloria”. Sin embargo, ¿hay condiciones para esta promesa? Definitivamente, Sí.

Si examinamos el contexto de esta promesa, podrás descubrir que esta no es una promesa dada a todos los cristianos. Al contrario, es una promesa dada a los cristianos que son dadivosos. Pablo sabía que Dios suplía todas las necesidades de los cristianos filipenses porque ellos le habían enviado una ofrenda. Debido a que buscaban primero el Reino de Dios como Jesús lo ordenó, Dios iba a suplir todas sus necesidades, como Jesús lo prometió (ver Mateo 6:33). Muchas de las promesas en la Biblia, relacionadas con el hecho de que Dios suple todas nuestras necesidades materiales, están condicionadas a que nosotros mismos seamos dadivosos.

Realmente no tenemos derecho a pensar que podemos confiar en que Dios supla nuestras necesidades si no estamos obedeciendo sus mandamientos acerca del dinero. Bajo el antiguo pacto, Dios le dijo a la gente que eran malditos porque se guardaban sus diezmos, pero prometió bendición si ellos eran obedientes y daban sus diezmos y ofrendas (ver Malaquías 3:8-12).

Muchas de las bendiciones que Dios nos prometió en la Biblia son dadas por la obediencia a Él. Por lo tanto, antes de que creamos que Dios va a hacer algo por nosotros, debemos preguntarnos a nosotros mismos: “¿Estoy reuniendo todas las condiciones que acompañan a esta promesa?”

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Capítulo Catorce – Fundamentos de Fe » Un Segundo Error Común

Un Tercer Error Común

(A Third Common Mistake)

En el Nuevo Testamento, Jesús habló acerca de una condición que se aplica cada vez que oramos para pedir algo:

“Tened fe en Dios. De cierto os digo que cualquiera que diga a este monte: quítate y arrójate al mar”, y no duda en su corazón, sino que cree que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho. Por tanto, os digo que todo lo que pidáis orando, creed que lo recibiréis y os vendrá” (Marcos 11:22-24, énfasis agregado).

La condición de la que Jesús habló es creer que hemos recibido cuando oramos por algo. Muchos cristianos tratan de ejercitar la fe al creer que ya recibieron cuando ellos ven la respuesta a su oración. Ellos creen que ellos van a recibir y no que ya recibieron.

Cuando le pedimos a Dios algo que nos ha prometido, debemos creer que recibimos la respuesta cuando oramos y debemos empezar a agradecerle a Dios por la respuesta en ese momento. Debemos creer que tenemos la respuesta antes de que la veamos y no después de que la veamos. Deberíamos, además, hacer nuestras peticiones con acción de gracias, como Pablo escribió:

“Por nada estéis angustiados, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Filipenses 4:6).

Como lo dije previamente, si tenemos fe en nuestros corazones, naturalmente nuestras palabras y nuestras acciones corresponderán con lo que creemos. Jesús dijo, “Porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12:34).

Algunos cristianos cometen el error de pedir repetidamente la misma cosa, lo cual revela que aún no han creído que lo hayan recibido. Si creemos que hemos recibido respuesta cuando oramos, entonces no hay necesidad de repetir la misma petición. El pedir repetidamente las mismas cosas es dudar de que Dios nos escucha desde la primera vez que pedimos.

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Capítulo Catorce – Fundamentos de Fe » Un Tercer Error Común

Principios de Fe

(Principles of Faith)

Jesús respondió al reto de Pedro con una sola palabra: “ven”. Si Pedro hubiera intentado caminar sobre el agua antes de esa palabra, se hubiera hundido inmediatamente, pues no hubiera tenido ninguna promesa sobre la cual basar su fe. Él hubiera salido del bote presumiendo y no caminando por fe. De la misma manera, después de que Jesús habló su palabra, si alguno de los otros discípulos hubiera tratado de caminar sobre las aguas, se hubiera hundido inmediatamente, pues Jesús le dio esta promesa sólo a Pedro. Ninguno de ellos podría haber cumplido con las condiciones de esta promesa, pues ninguno de ellos era Pedro. Del mismo modo, antes de que alguno de nosotros intente confiar en una promesa de Dios, debemos estar seguros de que esa promesa aplica a nuestra vida y de que cumplimos con las condiciones de esa promesa.

Pedro caminó sobre el agua. Éste fue el momento cuando él tuvo confianza, aunque no hay duda de que aquel que había estado gritando por temor al fantasma unos segundos antes, también experimentó incertidumbre cuando tomó su primer paso. Pero para recibir el milagro, tenía que actuar con fe. Si se hubiera agarrado del mástil del bote y hubiera sumergido el dedo del pie para ver si el agua soportaría su peso, nunca hubiera experimentado el milagro. Asimismo, antes de que recibamos cualquier milagro, debemos confiar en la promesa de Dios en determinado tiempo y luego actuar en lo que creemos. Siempre hay un tiempo en que nuestra fe es probada. A veces el tiempo es corto y a veces es largo. Pero también habrá un tiempo cuando tengamos que dejar atrás lo que nos dicen nuestros sentidos y actuar sobre la palabra de Dios.

Pedro progresó bien al principio. Pero cuando consideró la imposibilidad de lo que estaba haciendo, viendo el viento y las olas, tuvo miedo. Talvez dejó de caminar, temeroso de dar otro paso. Y él, que estaba experimentando un milagro empezó a hundirse. Debemos continuar en fe una vez que hemos comenzado, obrando en fe. Debemos seguir adelante.

Pedro falló porque dudó. A la gente con frecuencia no le gusta culparse por su falta de fe. Más bien preferirían culpar a Dios. Pero ¿cómo cree que Jesús hubiera reaccionado si Pedro, cuando estaba a salvo en el bote de nuevo, hubiera dicho a los otros discípulos que era la voluntad de Dios que él diera sólo unos pasos hacia Jesús?

Pedro falló porque tuvo miedo y perdió su fe. Estos son hechos verdaderos. Jesús no lo condenó, sino que inmediatamente le tendió la mano para que se sujetara de algo y luego le cuestionó sobre el por qué había dudado. Pedro no tenía ninguna buena razón para dudar, porque la palabra del Hijo de Dios es más segura que cualquier cosa. Ninguno de nosotros tiene una buena razón para dudar de la Palabra de Dios, preocuparse o tener miedo.

La Escritura está llena de victorias que fueron resultado de la fe y fracasos que fueron resultado de la duda. Josué y Caleb poseyeron la tierra prometida debido a su fe, en tanto que la mayoría de sus compañeros murieron en el desierto, debido a sus dudas (ver Números 14:26-30). Cuando los discípulos de Jesús predicaban el evangelio de dos en dos, experimentaron milagros, pues todas sus necesidades fueron cubiertas (ver Lucas 22:35), pero en una oportunidad, por su incredulidad, fallaron en sacar a un demonio (ver Mateo 17:19-20). Muchos recibieron milagros de sanidad durante el ministerio de Jesús, mientras que la mayoría de los enfermos en Nazaret siguieron cargando con su enfermedad porque no creyeron (ver Marcos 6:5-6).

Como todos ellos, yo también he experimentado el éxito y el fracaso de acuerdo a mi fe y a mis dudas. Pero no me afligiré por mis fracasos, ni culparé a Dios por ello. No voy a justificarme a mi mismo condenando a Dios. No voy a buscar una difícil explicación teológica que reinvente la verdadera voluntad de Dios. Sé que es imposible que Dios mienta. Así que cuando he fallado, me arrepiento por no haber creído y empiezo a caminar sobre las aguas otra vez. He notado que Jesús siempre me perdona y me rescata para no hundirme.

El veredicto está dado: ¡Los creyentes son bendecidos; los que dudan no! El ministro que hace discípulos seguirá el ejemplo de Jesús. Él está lleno de fe y amonesta a sus discípulos diciéndoles, “Tened fe en Dios” (Marcos 11:22).

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Capítulo Catorce – Fundamentos de Fe » Principios de Fe