La Mayordomía

(Stewardship)

En un capítulo anterior acerca del Sermón del Monte de Jesús, estudiamos algunas palabras que Jesús dijo a sus discípulos relacionadas con la mayordomía. Él dijo que no se hicieran tesoros en la tierra sino en el cielo. Habló no sólo de lo innecesario que es invertir en tesoros temporales sino también de la oscuridad que hay en los corazones (ver Mateo 6:19-24).

El dinero es el verdadero dios de aquellos que aman los tesoros terrenales, debido a que el dinero dirige sus vidas. Jesús declaró que es imposible servir a Dios y a las riquezas, indicando claramente que si Dios es nuestro verdadero Amo, entonces es también el amo de nuestro dinero. El dinero, más que cualquier cosa, compite con Dios por los corazones de la gente. No hay duda de por qué Jesús enseñó que no podemos ser sus discípulos si no renunciamos a todas nuestras posesiones (ver Lucas 14:33). Los discípulos de Cristo no poseen nada. Ellos simplemente administran lo que es de Dios, y a Dios le gusta hacer cosas con Su dinero que reflejen Su carácter y engrandezcan Su reino.

Jesús tenía mucho que decir acerca de la mayordomía, pero parece que sus palabras son frecuentemente ignoradas por aquellos que profesan ser sus seguidores. Aún más popular es la tendencia a torcer la Escritura para fabricar la moderna “doctrina de la prosperidad” en sus muchas manifestaciones, sutiles y descaradas. Sin embargo, el ministro que hace discípulos desea enseñar a sus discípulos obediencia a todos los mandamientos de Cristo. Por esto él enseñará, con su ejemplo y con sus palabras una mayordomía bíblica.

Consideremos lo que la Escritura dice acerca de la mayordomía y al mismo tiempo, expongamos varios de los ejemplos más comunes de la falsa enseñanza acerca de la prosperidad. Este no será un estudio exhaustivo. He escrito un libro entero acerca de este tema que está disponible en nuestra página de Internet en inglés (www.shepherdserve.org). El libro se llama “Temas Bíblicos” y el tema de la mayordomía lo podemos encontrar con el nombre de “Jesús y el Dinero”.

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Insatisfacción

(Discontentment)

Nuestro problema es que deseamos tener más de lo necesario. Consideremos el hecho de que cuando Dios creó a Adán y a Eva ellos no tenían nada, y aun así vivían en un paraíso. Ciertamente, Dios no tenía la intención de que fuéramos felices con cosas materiales. ¿Has considerado alguna vez el hecho de que Jesús nunca tuvo el privilegio de sacar agua de un tubo o de pararse bajo una ducha de baño? Nunca lavó su ropa un una lavadora automática; nunca abrió la puerta de un refrigerador. Nunca manejó un carro, ni siquiera una bicicleta. Nunca escuchó o habló por medio de un teléfono; nunca tuvo una estufa, ni predicó por medio de un sistema de televisión. Nunca vio un video ni un programa en la televisión, nunca encendió una lámpara, ni se refrescó en frente del aire acondicionado. Nunca tuvo un armario lleno de ropa. ¿Cómo pudo ser feliz?

En los Estados Unidos (y quizás en otros países), somos bombardeados por comerciales y anuncios que nos muestran lo feliz que es la gente disfrutando de sus posesiones materiales. Consecuentemente, nos lavan el cerebro (o nos lo “ensucian”) al pensar que la felicidad viene al adquirir más, y no importa cuánto acumulemos, nunca estamos contentos. Esto es lo que Jesús quería decir con “el engaño de las riquezas” (Mateo 13:22). Las cosas materiales prometen felicidad pero rara vez se cumple tal promesa. Y mientras nos unimos a la loca carrera de este mundo para adquirir más cosas materiales, nos volvemos idólatras, esclavos de la avaricia, y nos olvidamos del mandamiento más importante de Dios acerca de amarlo con todo nuestro corazón y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Dios le advirtió esto a Israel:

“Cuídate de no olvidarte de Jehová, tu Dios, para cumplir los mandamientos, decretos y estatutos que yo te ordeno hoy; no suceda que comas y te sacies, edifiques buenas casas y las habites, cuando tus vacas y tus ovejas aumenten, la plata y el oro se te multipliquen y todo lo que tengas se acreciente, se ensoberbezca tu corazón y te olvides de Jehová, tu Dios, que te sacó de tierra de Egipto, de casa de servidumbre” (Deuteronomio 8:11-14).

De la misma manera, Jesús advirtió que el “engaño de las riquezas” podía afectar la vida espiritual de un verdadero creyente al ser seducido por las riquezas (ver Mateo 13:7, 22). Pablo advirtió que “el amor al dinero es la raíz de todo mal”, pues al codiciarlo “algunos se extraviaron de la fe y fueron atormentados con muchos dolores” (1 Timoteo 6:10). Somos amonestados por el autor del libro de los Hebreos cuando nos dice “sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora, pues él dijo ‘No te desampararé ni te dejaré’” (Hebreos 13:5). Estos son algunos ejemplos de la Escritura que nos advierten acerca del peligro de las riquezas.

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“Jesús Prometió Retornar el Cien Por ciento de Nuestras Dádivas”

("Jesus Promised a Hundred-Fold Return on Our Giving")

Jesús sí prometió el retorno del cien por ciento a aquellos que hacían ciertos sacrificios. Leamos exactamente lo que él dijo:

“De cierto os digo: que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras por causa de mí y del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo: casas, hermanas, hermanos, madres, hijos, tierras, aunque con persecuciones, y en el siglo venidero la vida eterna” (Marcos 10:29-30).

Note que esta no es una promesa a aquellos que dan dinero a los predicadores, como dicen los predicadores de la prosperidad. Al contrario, esta es una promesa para aquellos que dejan sus casas, fincas, y familiares para predicar el evangelio en lugares lejanos. Jesús prometió a esta gente “cien veces más en la era presente”.

Pero, ¿estaba Jesús prometiendo que esa gente sería materialmente dueña de cientos de casas y fincas como algunos predicadores de la prosperidad enseñan? No, como tampoco estaba prometiendo que les daría cien madres y cien hijos. Jesús sólo decía que aquellos que dejan sus casas y familias encontrarán otros creyentes que abrirán sus puertas para ellos y les recibirán como parte de sus familias.

Note también que Jesús prometió persecución y vida eterna a esta gente. Esto nos recuerda el contexto del pasaje completo, en el cual los discípulos habían visto a un joven rico, que quería vida eterna, alejarse tristemente cuando Jesús declaró que “más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios” (Marcos 10:25).

Los discípulos estaban impactados por la declaración de Jesús, y se preguntaban acerca de sus posibilidades de entrar al reino de los cielos. Ellos le recordaron a Jesús lo que habían dejado atrás para seguirle. Aquí es cuando Jesús habla acerca de devolver cien veces más.

Todo esto es para decir que es increíble que los predicadores de la prosperidad intenten persuadirnos que Jesús estaba hablando de devolver cien veces las cosas materiales, lo cual nos haría muy ricos en corto tiempo, sabiendo que sólo segundos antes, Jesús le había dicho a un joven rico que vendiera todo y lo diera en caridad si quería la vida eterna.

Hay muchas otras escrituras que los predicadores de la prosperidad tuercen además de las que hemos estudiado, pero el espacio nos limita en este libro. ¡Mantente alerta!

El Suplidor de Necesidades

(The Supplier of Needs)

Comenzando positivamente, recordamos que Pablo, bajo la inspiración del Espíritu Santo, escribió, “Dios suplirá todo lo que nos falte de acuerdo a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Filipenses 4:19). Esta promesa es frecuentemente mencionada por los cristianos, pero, ¿cuál era su contexto? Mientras leemos contextualmente, descubriremos la razón por la que Pablo estaba tan seguro de que Dios supliría todas las necesidades de los creyentes filipenses:

“Sin embargo, bien hicisteis en participar conmigo en mi tribulación. Y sabéis también vosotros filipenses, que al principio de la predicación del evangelio, cuando partí de Macedonia, ninguna iglesia participó conmigo en razón de dar y recibir, sino vosotros únicamente, pues aun a Tesalónica me enviasteis una y otra vez para mis necesidades. No es que busque donativos, sino que busco fruto que abunde en vuestra cuenta. Pero todo lo he recibido y tengo abundancia, estoy lleno, habiendo recibido de Epafrodito lo que me enviasteis, olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios. Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Filipenses 4:14-19, énfasis agregado).

Pablo ciertamente sabía que Jesús en verdad supliría las necesidades de los filipenses debido a que cumplían con la condición de Jesús: ellos buscaban primeramente el reino de Dios, lo cual era probado por sus dádivas para Pablo para que él continuara instituyendo iglesias. Recuerda que en su Sermón del Monte, Jesús dijo,

“Vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas ellas. Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:32-33).

Así vemos que la promesa de Pablo en Filipenses 4:19 no se aplica a todos los cristianos que dicen serlo. Al contrario, sólo tiene aplicación a aquellos que buscan primeramente el reino de Dios.

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En Resumen

(In Summary)

En este tema, el mejor consejo para los ministros formadores de discípulos viene de Pablo, quien luego de advertir a Timoteo al decirle, que “el amor al dinero es la raíz de todo mal” y que muchos se habían extraviado de la fe por el amor al dinero, le amonesta diciéndole,

Huye de estas cosas y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre” (1 Timoteo 6:11, énfasis agregado).

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Dos Perspectivas

(Two Perspectives)

¡Cuán diferente es la perspectiva de Dios de la de los hombres! El hombre rico en la parábola de Jesús pudo haber sido la envidia de la gente que le conocía, pero Dios tuvo compasión de él. Él era rico ante los ojos de los hombres pero pobre ante los ojos de Dios. Él pudo haber hecho un tesoro en el cielo que hubiera sido suyo para siempre, pero escogió hacer tesoros en la tierra donde no había ningún beneficio a la hora de morir. Y a la luz de lo que Jesús enseñó acerca de la gente tacaña, es muy difícil pensar que este hombre rico fuera al cielo cuando murió.

Esta parábola nos puede ayudar a entender que todo lo que tenemos es un regalo de Dios, y Dios espera que seamos fieles administradores. Esto tiene aplicación, no sólo a los que tienen riquezas materiales, sino a cualquiera que es tentado a creer que las cosas materiales son muy importantes. Jesús aclaró esto mientras continuaba hablando a los discípulos:

“Por tanto os digo: No os angustiéis por vuestra vida, que comeréis; ni por el cuerpo, qué vestiréis. La vida es más que la comida, y el cuerpo más que el vestido. Considerad los cuervos, que ni siembran ni siegan; que ni tienen despensa ni granero, y Dios los alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que las aves? Y ¿Quién de vosotros podrá, con angustiarse, añadir a su estatura un codo? Pues si no podéis ni aun lo que es menos, ¿Por qué os angustiáis por lo demás? Considerad los lirios, cómo crecen: no trabajan ni hilan, pero os digo que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos. Y si así viste Dios la hierba que hoy está en el campo y mañana es echada al horno, ¿Cuánto más a vosotros, hombres de poca fe? Vosotros, pues, no os preocupéis por lo que habéis de comer ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa inquietud, porque todas estas cosas buscan los gentiles del mundo, pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de ellas. Buscad, más bien, el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas.

Vended lo que poseéis y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote, donde ladrón no llega ni polilla destruye, porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Lucas 12:22-34).

Las palabras de Jesús, ciertamente, contrastan con aquellos predicadores modernos que hablan de la prosperidad. Hoy en día se nos dice que Dios quiere darnos más, cuando Jesús dijo a sus discípulos que vendieran todo lo que poseían y lo dieran a obras de caridad. Otra vez, Jesús habló acerca de lo tonto que son aquellos que se hacen tesoros en la tierra, donde los tesoros están destinados a perecer, y donde los corazones de aquellos residen.

Note que Jesús aplica la lección del rico insensato a aquellos que tenían tan poco que eran tentados a preocuparse por lo que habían de comer o beber. El preocuparse por esas cosas nos dice que no estamos bien enfocados. Si confiamos en nuestro amoroso Padre, como debemos hacerlo, no nos preocuparemos, y esta actitud de libertad nos ayuda a enfocarnos en el crecimiento del reino de Dios.

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El Ejemplo de Cristo

(Christ's Example)

Jesús tiene otras cosas qué decir respecto al dinero. Sin embargo, sus enseñanzas las brindó con su ejemplo, como lo debería hacer cada ministro que hace discípulos. Él practicó lo que predicó. ¿Cómo vivió Jesús? Jesús no hizo tesoros en la tierra, quizá pudo fácilmente explotar su ministerio y ser muy rico. Muchos ministros con dones especiales han asumido erróneamente que si sus ministerios atraen dinero, es porque Dios quiere que sean ricos. Sin embargo, Jesús no usó su unción para ganancia personal. El dinero que se le daba lo usaba para hacer discípulos. Él se encargó de sustentar las necesidades de sus discípulos.[1]

En nuestros días, los discípulos jóvenes tienen que pagar para ser enseñados por los ministros en las escuelas bíblicas. Pero Jesús hizo exactamente lo opuesto.

Jesús vivió una vida de confianza, creyendo que su Padre supliría todas sus necesidades y las necesidades de los otros que estaban con Él.

Algunas veces, era invitado a banquetes y cenas y otras veces le vemos comiendo espigas del campo (ver Lucas 6:1).

En por lo menos dos ocasiones Jesús proveyó comida para miles de personas que le escuchaban. ¡Qué diferente es esto de las conferencias modernas donde el que quiere oír debe pagar la entrada! Cuando proveemos el alimento para aquellos que asisten a nuestras conferencias, hay quienes se burlan de nosotros al decir que “le pagamos a la gente para que nos escuche”. Pero en realidad, sólo estamos siguiendo el modelo de Jesús.

Jesús también cuidó del pobre, y su grupo mantenía una caja de ahorros de donde se hacía la distribución. Dar al pobre era algo tan regular en el ministerio de Jesús que cuando Él le dijo a Judas que trabajara rápido en la última cena, los demás discípulos asumieron que Judas iba a comprar más comida para el grupo o que iba a llevar dinero a los pobres (ver Juan 13:27-30).

Jesús verdaderamente amaba a su prójimo como a sí mismo, y así vivió con simpleza y compartiendo con otros. No tuvo que arrepentirse ante la prédica de Juan el Bautista quien dijo que el hombre que tenía dos túnicas debía compartir una con el que no tiene (ver Lucas 3:11). Jesús sólo tenía una túnica. Aunque algunos predicadores de la prosperidad tratan de convencernos de que Jesús era rico porque usaba una túnica, que es una prenda interior, sin costura (ver Juan 19:23), una prenda que supuestamente sólo la usaban los ricos. Es increíble el significado que se puede encontrar en la Biblia si alguien quiere probar lo que abiertamente se contradice en numerosas escrituras. Podríamos entonces asumir absurdamente que Jesús intentaba esconder sus riquezas, porque no usaba una prenda de vestir exterior sin costura.

Jesús tiene tanto que decir acerca del dinero que no tenemos tiempo para considerarlo todo. Sin embargo, consideremos algunas de las enseñanzas más comunes de los modernos predicadores de la prosperidad que son partidarios de torcer las escrituras y de engañar a los creyentes.


[1] Los predicadores de la prosperidad usan este hecho para decir que el ministerio de Jesús era próspero. No hay duda de que Dios suplió las necesidades de Jesús para que llevara a cabo su misión. La diferencia entre Jesús y los predicadores de la prosperidad es que Jesús no era egoísta, y no gastó el dinero de su ministerio para enriquecerse personalmente.

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“Dios Enriqueció a Salomón”

("God Made Solomon Rich")

Esta es la justificación que muchos predicadores de la prosperidad usan para disfrazar su codicia. No recuerdan que Dios le dio riquezas a Salomón por una razón. Cuando Dios le prometió a Salomón que le recompensaría en grande, Salomón le pidió sabiduría para liderar a su gente. Dios estaba tan complacido de saber que Salomón no pidió riquezas (entre otras cosas), que junto con la sabiduría le dio también las riquezas. Sin embargo, Salomón no usó su sabiduría como Dios lo deseaba, por lo tanto, se convirtió en el hombre más simple que haya vivido. Al ser sabio, debió haber hecho caso de lo que Dios dijo a Israel en la ley antes de que él naciera:

“Ciertamente pondrás como rey sobre ti al que Jehová, tu Dios, escoja. A uno de tus hermanos pondrás sobre ti como rey; no podrás poner sobre ti a un hombre extranjero que no sea tu hermano. Pero él no deberá tener muchos caballos, ni hará volver al pueblo a Egipto con el fin de adquirir caballos, pues Jehová os ha dicho: No volváis nunca por este camino. Tampoco deberá tener muchas mujeres, para que su corazón no se desvíe; ni amontonará para sí demasiada plata ni oro” (Deuteronomio 17:15-17).

Esta es otra escritura que los predicadores de la prosperidad siempre ignoran, siguiendo el ejemplo de Salomón quien también la ignoró hasta su muerte. Y como él, estos predicadores también se convierten en idólatras. Recuerda que el corazón de Salomón se inclinó a adorar muchos ídolos por sus muchas esposas, esposas que pudo sostener debido al mal uso de su gran fortuna.

Dios tenía la intención de que Salomón usara su sabiduría para amar a su prójimo como a sí mismo, pero Salomón la usó para amarse sólo a sí mismo. Él multiplicó el oro, la plata, los caballos y las esposas para él, en franca desobediencia contra el mandamiento de Dios. Por último se casó con setecientas esposas y poseía trescientas concubinas, impidiendo así que mil hombres recibieran sus esposas. En vez de dar al pobre, Salomón se enriqueció a sí mismo. Es increíble que los predicadores de la prosperidad se aferren a Salomón como modelo para los cristianos del Nuevo Testamento, cuando existe tanta evidencia de su egoísmo y su idolatría. ¿No es nuestra meta ser como Cristo?

 

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Capítulo Treinta y Dos – La Mayordomía » “Dios Enriqueció a Salomón”

“Dios Hizo a Abraham Rico y Las Bendiciones de Abraham son Promesa para Nosotros”

("God Made Abraham Rich, and Abraham's Blessings Are Promised To Us")

Esta justificación común se origina en las palabras de Pablo que encontramos en el tercer capítulo de Gálatas. Hablaremos acerca de este verso, pero dentro de su contexto:

“Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. De modo que los que tienen fe son bendecidos con el creyente Abraham. Todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: maldito sea el que no permanezca en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para cumplirlas. Que por la ley nadie se justifica ante Dios es evidente, porque el justo por la fe vivirá. Pero la ley no procede de la fe, sino que dice: El que haga estas cosas vivirá por ellas. Cristo nos redimió de la maldición de la ley, haciéndose maldición por nosotros (pues está escrito: maldito todo el que es colgado en un madero), para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzara a los gentiles, a fin de que por la fe recibiéramos la promesa del Espíritu” (Gálatas 3:8-14, énfasis agregado).

La “bendición de Abraham” de la cual Pablo habla en el verso 14 era la promesa de Dios a Abraham para bendición de todas las naciones en él (lo que vemos en el verso 8), o más específicamente, como Pablo lo explica unos versos después, en la semilla de Abraham, Jesús (Gálatas 3:16). De acuerdo con lo que acabamos de leer, Jesús proveyó esa promesa de bendición a todas las naciones al ser maldecido por Dios, muriendo por los pecados del mundo en la cruz. Así que las bendiciones de Abraham que llegaron a los gentiles no son acerca de hacer a los gentiles materialmente ricos como Abraham, sino acerca de la promesa de Dios a Abraham de bendecir a las naciones gentiles por medio de su semilla—y su cumplimiento en Jesús a través de su muerte en la cruz por ellos. (El tema central de Pablo es que los gentiles pueden ser salvos por fe, igual que los judíos, a través de la fe en Jesús).

Cuando el Dinero es el Amo

(When Money is Master)

Tal vez, no hay mejor instrumento para medir nuestra relación con Dios que nuestra relación con el dinero. El dinero—el tiempo y los medios que usamos para adquirirlo y lo que hacemos con él luego de adquirirlo—revela mucho acerca de nuestras vidas espirituales. El dinero, cuando lo poseemos o cuando no lo poseemos es una gran tentación mucho más que otras. El dinero puede fácilmente posicionarse en medio de los dos grandes mandamientos, ya que puede convertirse en un dios por encima del único Dios, y puede inducir a que nos amemos más a nosotros mismos que a los demás. Por otro lado, el dinero puede usarse para probar nuestro amor por Dios y nuestros vecinos.

Jesús una vez relató una parábola acerca de un hombre que permitió que el dinero dirigiera su vida y no Dios:

“La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré porque no tengo donde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros y los edificaré más grandes, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes, y diré a mi alma: alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años, descansa, come, bebe, y regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma, y lo que has guardado, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro y no es rico para con Dios” (Lucas 12:16:21).

Jesús dijo que este hombre rico era muy ignorante, pues había sido bendecido con salud, una tierra productiva y habilidades para labrar la tierra, él no conocía a Dios, pues de otra forma no se hubiera retirado a una vida de comodidad y placer egoísta. Al contrario, él debería haber consultado a Dios para así aprender qué debía hacer con su bendición, pues él tan sólo era mayordomo y administrador de lo que Dios le había dado. Por supuesto que Dios hubiera querido que él compartiera sus riquezas y continuara trabajando para seguir compartiendo su abundancia. Tal vez la otra opción aceptable hubiera sido no laborar más en el campo y dedicarse a respaldar un ministerio propio con sus riquezas, si eso era lo que Dios quería que hiciera.

El rico en la parábola de Jesús hizo un mal cálculo acerca del día de su muerte. Él asumió que tenía muchos más años de vida, cuando sólo le quedaban unas cuantas horas. El objetivo de Jesús es claro: debemos vivir cada día como si fuera el último, siempre listos para estar ante Dios y darle cuenta.

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