Las Ovejas, los Cabritos y los Cerdos

(The Sheep, Goats and Pigs)

El hecho es que no puedes discipular a alguien que no quiere ser discipulado, alguien que no quiere obedecer a Jesús. Muchas iglesias están llenas de gente como ésta, personas que sólo son cristianas por tradición y cultura, muchos de los cuales piensan que han nacido de nuevo solamente porque reconocen algunos hechos teológicos de Jesús o de la cristiandad. Son cerditos y cabritos, no ovejas. Ahora muchos pastores malgastan el noventa por ciento de su tiempo tratando de mantener felices a estos cerditos y cabritos, mientras dejan a un lado a aquellos a quienes verdaderamente pueden ayudar espiritualmente y a quienes deberían servir, ¡las verdaderas ovejas! Pastor, Jesús quiere que apacientes sus ovejas, no los cabritos o los cerditos (ver Juan 21:17).

Pero, ¿Cómo sabes quién es una oveja? Son los que vienen a la iglesia más temprano y se van de último. Están hambrientos de la verdad, porque Jesús es su Señor y quieren complacerle. Llegan a la iglesia no sólo los domingos, sino a cada reunión. Se involucran con los grupos pequeños. Con frecuencia hacen preguntas. Están ansiosos por el Señor y buscan oportunidades para servir.

Pastor, dedica la mayoría de tu tiempo y atención a esta gente. Ellos son los discípulos. A los cabritos y a los cerditos que llegan a la iglesia, predícales el evangelio hasta que no lo puedan soportar. Si tú predicas el verdadero evangelio, no podrán soportarlo por mucho tiempo. Tal vez dejen la iglesia o si tienen el poder, tratarán de quitarte el puesto. Si tienen éxito, sacude el polvo de tus pies cuando te vas. (En la iglesia en la casa, este tipo de cosas no pasarían, ¡especialmente si la iglesia se reúne en tu casa!).

Asimismo, los evangelistas no deben sentir la obligación de predicar el evangelio continuamente a la misma gente que lo ha rechazado en forma repetida. Deja que los muertos entierren a sus muertos (ver Lucas 9:60). Tú eres un embajador de Cristo, llevas el mensaje más importante del ¡Rey de Reyes!, tu posición es muy elevada en el Reino de Dios y tu responsabilidad es grande, no desperdicies tu tiempo predicando el evangelio a la misma persona dos veces, hasta que todas las personas lo hayan escuchado por lo menos una vez.

Si tú vas a ser un ministro formador de discípulos, debes seleccionar a quién vas a enseñar, sin desperdiciar tu valioso tiempo con gente que no quiere obedecer a Jesús. Pablo escribió a Timoteo:

“Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros” (2 Timoteo 2:2, énfasis agregado).

La Necesidad de la Santidad

(The Necessity of Holiness)

¿Puede un creyente perder la vida eterna si peca? La respuesta se encuentra en muchas escrituras como la siguiente, la cual garantiza que aquellos que practican ciertos pecados no heredarán el Reino de los cielos. Si un creyente puede regresar a la práctica de los pecados que están en la siguiente lista de Pablo, entonces un creyente puede perder su salvación eterna:

“¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios” (1 Corintios 6:9-10, énfasis agregado).

“Manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lujuria, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras contiendas, divisiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas. En cuanto a esto, os advierto, como ya os he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de los Cielos” (Gálatas 5:19-21, énfasis agregado).

“Sabéis esto, que ningún fornicario o inmundo o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de los cielos. Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia” (Efesios 5:5-6, énfasis agregado).

Nótese que en cada caso Pablo les escribe a los creyentes para advertirlos. Dos veces los advirtió a no ser engañados, indicando que estaba preocupado porque algunos creyentes pensaban que podían practicar los pecados escritos anteriormente y aún así heredar el Reino de los Cielos.

Jesús advirtió a sus discípulos más cercanos, Pedro, Santiago, Juan y Andrés de la posibilidad de ir al infierno si no estaban listos para Su venida. Nótese que las siguientes palabras eran dirigidas a ellos (ver Marcos 13:1-4), y no a la multitud de no creyentes:

“velad pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor. Pero sabed esto, que si el padre de familia supiera a qué hora el ladrón habría de venir, velaría y no lo dejaría entrar a su casa. Por tanto, también vosotros (Pedro, Santiago, Juan y Andrés) estad preparados, porque el hijo del hombre vendrá a la hora que no pensáis.

¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al que puso su señor sobre su casa para que les dé alimento a tiempo? Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, lo halle haciendo así. De cierto os digo que sobre todos sus bienes lo pondrá. Pero si aquel siervo malo dice en su corazón: “mi señor tarda en venir”, y comienza a golpear a sus consiervos y aun a comer y a beber con los borrachos, vendrá el señor de aquel siervo en el día que éste no espera y a la hora que no sabe y lo castigará duramente y pondrá su parte con los hipócritas, allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mateo 24:42-51, énfasis agregado).

¿La moraleja de la historia?, “Pedro, Santiago, Juan y Andrés, no sean como los siervos infieles de esta parábola”.[1]

Para afirmar lo que Él acababa de decir a sus cercanos discípulos, Jesús inmediatamente continuó con la parábola de las diez vírgenes. Todas las diez vírgenes estaban listas en un principio para la boda, pero cinco se descuidaron y fueron excluidas de la fiesta de bodas. Jesús terminó la parábola con las palabras, “velad pues, (Pedro, Santiago, Juan y Andrés) porque no sabéis el día ni la hora en que el hijo del hombre ha de venir” (Mateo 25:13). Esto quiere decir, “Pedro, Santiago, Juan y Andrés, no sean como las cinco vírgenes insensatas”. Si para estos discípulos no existiera la posibilidad de no estar preparados y velando, entonces Jesús no los hubiera advertido.

Jesús inmediatamente les dijo la parábola de los talentos. Con el mismo mensaje. “no seas como el siervo con un solo talento que no tuvo nada que mostrarle a su señor de lo que éste le había confiado”. Al final de esta parábola, el señor declara, “Y al siervo inútil echadlo en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mateo 25:30). Jesús no pudo dar su mensaje más claramente. Sólo un teólogo errado cambiaría su significado. Existía peligro de que al final Pedro, Santiago, Juan y Andrés fueran echados al infierno, si fueran desobedientes cuando Jesús regresara.

Si esta posibilidad existía para estos discípulos, entonces también existe para nosotros. Como Jesús lo prometió, sólo los que hacen la voluntad del Padre, entrarán al reino de los cielos (ver Mateo 7:21).[2]

Aquellos que enseñan una falsa doctrina de una salvación incondicional asegurada, trabajan en contra de Jesús y ayudan a Satanás, enseñando lo opuesto a lo que Jesús enseñó a sus apóstoles. Efectivamente, éstos anulan el mandamiento de hacer discípulos que obedezcan todo lo que Jesús ordenó, bloqueando la senda angosta que lleva al cielo, y ensanchando la senda ancha que lleva al infierno.[3]


[1] Increíblemente, algunos maestros dicen que Jesús no se dirigía a sus discípulos cercanos y que siervo infiel representaba a un creyente y que el lloro y crujir de dientes es un lugar en las puertas del cielo donde los creyentes infieles llorarán temporalmente por su falta de recompensas, hasta que Jesús limpie sus lágrimas y los reciba en el cielo.

[2] Por supuesto que, los cristianos que cometen un sólo pecado no pierden inmediatamente la salvación. Aquellos que piden perdón por sus pecados, Dios los perdonará (si también perdonan los pecados cometidos contra ellos). Aquellos que no piden perdón por los pecados, están en peligro de ser disciplinados por Dios. Sólo si endurecen sus corazones hacia la disciplina de Dios es que los creyentes están en peligro de perder su salvación.

[3] Aquellos que no creen que los cristianos pueden perder la salvación deberían de considerar los siguientes pasajes del Nuevo Testamento: Mateo 18:21-35; 24:4-5, 11-13, 23-26, 42-51; 25:1-30; Lucas 8:11-15; 11:24-28; 12:42-46; Juan 6:66-71; 8: 31-32,51; 15:1-6; Hechos 11:21-23; 14:21-21; Romanos 6:11-23; 8:21-14, 17; 11: 20-22; 1 Corintios 9:23-27; 10:1-21; 11:29-32; 15:1-2; 2 Corintios 1:24; 11:2-4; 12:21; 13:5; Gálatas 5:1-4; 6:7-9; Filipenses 2:12-16; 3:17-4:1; Colosenses 1:21-23; 2:4-8,18-19; 1 Tesalonicenses 3:1-8; 1 Timoteo 1:3-7, 18-20; 4:1-16; 5:5-6, 11-15; 6:9-12, 17-19, 20-21; 2 Timoteo 2:11-18; 3;13-15; Hebreos 2:1-3; 3:6-19; 4:1-16; 5:8-9; 6:4-9, 10-20; 10:19-39; 12:1-17, 25-29; Santiago 1:12-16; 4:4-10; 5:19-20; 2 Pedro 1:5-11; 2:1-22; 3:16-17; 1 Juan 2:15-2-28; 5:16; 2 Juan 6-9; Judas 20-21; Apocalipsis 2:7, 10-11, 17-26; 3:4-5, 8-12, 14-22; 21:7-8; 22:18-19. Los textos de prueba producidos por aquellos que enseñan la doctrina de la salvación eterna incondicional y segura, son Escrituras que simplemente enfatizan la fidelidad de Dios en la salvación, y no dicen nada acerca de nuestra responsabilidad. Luego entonces se deben interpretar armonizando con las escrituras que he citado. Sólo porque Dios promete su fidelidad hacia nosotros, no quiere decir que nosotros igualmente somos fieles a Él. El solo hecho de que yo le prometiera a mi esposa que nunca la iba a abandonar y que iba a cumplir esa promesa, no me garantiza que ella no me vaya a abandonar a mí.

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Capítulo Seis – El Ministerio de la Enseñanza » La Necesidad de la Santidad

La Conclusión

(The Conclusion)

Todo esto es para decir que Dios no ama a sus hijos obedientes en la misma forma en que ama a los pecadores. Él ama a los pecadores solamente con un amor misericordioso, y este amor es temporal, durando hasta que ellos mueran. Al mismo tiempo que los ama con un amor misericordioso, los aborrece y son abominables para Él, pues los desaprueba por su forma de ser. Esto es lo que la Escritura enseña.

Por otro lado, Dios ama a sus hijos mucho más que a los que no han nacido de nuevo. Él los ama primeramente con un amor con aprobación de parte de Él, porque se han arrepentido y han decidido seguirle y obedecer sus mandamientos. Así que, como crecen en santidad, Él tendrá menos y menos razones para amarlos con un amor misericordioso, y más y más razones para amarlos con un amor de aprobación, que es exactamente nuestro deseo.

También se debe decir que la descripción del amor de Dios por parte de varios predicadores y maestros modernos es inapropiada y no está bien enfocada. A la luz de lo que la Escritura dice, toma un momento para evaluar las siguientes frases conocidas acerca del amor de Dios:

1. No hay nada que puedas hacer para que Dios te ame más o menos de lo que te ama ahora.

2. No hay nada que puedas hacer para detener el amor de Dios.

3. El amor de Dios es incondicional.

4. Dios ama a todos por igual.

5. Dios ama al pecador pero odia al pecado.

6. No hay nada que puedas hacer para ganar o merecer el amor de Dios.

7. El amor de Dios por nosotros no está basado en nuestras acciones.

Todas las declaraciones que acabo de citar anteriormente son erróneas y falsas, pues la mayoría niega el amor con aprobación de Dios y habla incorrectamente de su amor misericordioso.

En relación a (1), sí hay algo que los creyentes pueden hacer para que el amor con aprobación de Dios crezca para ellos: ellos pueden ser más obedientes. Y ellos también pueden hacer algo para que el amor con aprobación de Dios disminuya: desobedecer. Para los pecadores hay algo que ellos pueden hacer para que Dios los ame mucho más: el arrepentimiento. Y así ellos ganarán el amor con aprobación de Dios. Y también los pecadores pueden hacer algo para que Dios los ame menos: morir. Pues así ellos perderían el único amor que Dios tenía por ellos, el amor misericordioso.

En relación a (2), los cristianos pueden perder el amor con aprobación de Dios si regresan a la práctica del pecado, llegando a una posición donde sólo tendrán el amor misericordioso de Dios. Y otra vez los no creyentes podrían morir y eso detendría el amor misericordioso de Dios, el único amor que Dios tuvo por ellos.

En relación a (3), el amor con la aprobación de Dios es ciertamente condicional. Y aún su amor misericordioso es condicional mientras que la persona esté físicamente viva. Después de la muerte, el amor misericordioso de Dios termina, por esto es condicional porque sólo es temporal.

En relación a (4), sería más apropiado decir que Dios no ama a todos de la misma forma, porque todos, pecadores y santos no se parecen, y Él aprueba y desaprueba en varios grados. Ciertamente es verdad que el amor de Dios no es el mismo para los santos y para los pecadores.

En relación a (5), Dios aborrece a los pecadores y a los pecados. Suena mejor decir que Dios ama al pecador con un amor misericordioso y odia sus pecados. Desde el punto de vista de su amor con aprobación, Él los aborrece.

En relación a (6), cualquiera puede y todos deberían tratar de ganar el amor con aprobación de Dios, por supuesto que nadie puede ganar su amor misericordioso, porque es incondicional.

Finalmente, en relación a (7), el amor misericordioso de Dios no se basa en nuestras acciones, pero el amor con aprobación de Dios sí.

Todo esto es para decir que el ministro que hace discípulos debe presentar el amor de Dios apropiadamente, como la Biblia lo describe, porque Dios no quiere que nadie sea engañado. Sólo las personas que tienen el amor con aprobación de Dios entrarán al cielo y Dios solamente da este amor a aquellos que han nacido de nuevo y que obedecen a Jesús. El ministro que hace discípulos nunca enseñará aquello que pueda apartar a su gente de la santidad. Su meta es la misma meta de Dios, el hacer discípulos que obedezcan todos los mandamientos de Cristo.

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Capítulo Seis – El Ministerio de la Enseñanza » La Conclusión

La Gente que Dios Aborrece

(People Whom God Abhors)

No solamente las Escrituras afirman que Dios odia a ciertos individuos, también declara que Dios aborrece algunas clases de gente pecadora, o que ellos son una abominación para Él. Nótese una vez más que la siguiente Escritura no dice que lo que la gente hace es una abominación para Él, sino ellos mismos son abominación para Dios. Éste no dice que Dios aborrece sus pecados, sino que aborrece a estas personas:[1]

“No vestirá la mujer traje de hombre ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque es abominable para Jehová, tu Dios, cualquiera que esto hace” (Deuteronomio 22:5, énfasis agregado).

“porque abominable es para Jehová, tu Dios, cualquiera que hace esto, y cualquiera que hace injusticia” (Deuteronomio 25:16, énfasis agregado).

“comeréis la carne de vuestros hijos y comeréis la carne de vuestras hijas. Destruiré vuestros lugares altos, derribaré vuestras imágenes, pondré vuestros cuerpo muertos sobre los cuerpos muertos de vuestros ídolos, y mi alma os abominará” (Levítico 26:29-30, énfasis agregado).

“los insensatos no estarán delante de tus ojos; aborreces a todos los que hacen iniquidad. Destruirás a los que hablan mentira; al hombre sanguinario y engañador abominará Jehová” (Salmos 5:5-6), énfasis agregado).

“porque Jehová abomina al perverso; su comunión íntima es con los justos” (proverbios 3:32, énfasis agregado).

abominables son para Jehová los perversos de corazón, pero los perfectos de camino le son agradables” (Proverbios 11:20, énfasis agregado).

abominable es para Jehová todo altivo de corazón; ciertamente no quedará impune” (Proverbios 16:5, énfasis agregado).

“El que justifica al malvado y el que condena al justo, ambos son igualmente abominables para Jehová” (Proverbios 17:15, énfasis agregado).

¿Cómo vamos a reconciliar estas Escrituras con aquellos que afirman el amor de Dios por los pecadores? ¿Cómo puede decirse que Dios aborrece y abomina a los pecadores, pero que también los ama?

Se debe reconocer que no todo el amor es igual. Hay un tipo de amor que no es condicional. Se podría llamar “amor misericordioso”. Este es un amor que dice, “te amo a pesar de”. Se ama a la gente sin hacer caso de sus acciones. Ésta es la clase de amor que Dios tiene por los pecadores.

En contraste con el amor misericordioso está el amor condicional. Éste se puede referir como a “un amor de aprobación”. Es el amor que se ha ganado o se ha merecido. Éste es el amor que dice “te amo debido a”.

Algunos piensan que si el amor es condicional, no es amor del todo. O dirían que este amor es puramente egoísta, y así no es el amor de Dios.

Sin embargo, la verdad es que Dios posee amor condicional, como pronto lo veremos en la Escritura. Por esto, un amor de aprobación no debería ser despreciado. Un amor con aprobación es el primer amor que Dios tiene para sus verdaderos hijos. Nosotros debemos desear mucho más el amor con aprobación que su amor misericordioso.


 

[1] Podría ser tema discusión el hecho de que todas estas Escrituras que hablan acerca del odio y aborrecimiento de Dios hacia las personas están en el Antiguo Testamento. Pero la actitud de Dios hacia los pecadores no ha cambiado. Un excelente ejemplo es el encuentro de Jesús con la mujer cananea en Mateo 15:22-28. Al principio Jesús no hubiera contestado sus plegarias y se refirió a ella como perro, pero por su fe persistente en Él, hubo misericordia. La actitud de Jesús ante los escribas y fariseos, difícilmente podría ser considerada como una muestra de amor (ver Mateo 23).

 

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Capítulo Seis – El Ministerio de la Enseñanza » La Gente que Dios Aborrece

Enseñando la Unidad con el Ejemplo

(Teaching Unity by Example)

Apliquemos este concepto de la enseñanza con el ejemplo, a la enseñanza de un tema en particular, el tema de la unidad. Todos los pastores-ancianos-superintendentes desean que su rebaño esté unido, pues odian las divisiones dentro de sus cuerpos locales. Ellos saben que las divisiones no complacen al Señor. Después de todo, Jesús ordenó que nos amáramos los unos a los otros como Él nos amó (ver Juan 13:34-35). Nuestro amor por el prójimo es lo que nos define como sus discípulos ante el mundo. Por este motivo, la mayoría de los líderes de rebaños amonestan a sus ovejas diciéndoles que se amen los unos a los otros y se esfuerzan por la unidad.

Sin embargo, como ministros se supone que debemos enseñar ante todo con nuestro ejemplo, pero con frecuencia fallamos al enseñar acerca del amor y la unidad debido a la forma en que vivimos. Por ejemplo, cuando nosotros demostramos una falta de unidad y amor con otros pastores, enviamos un mensaje que contradice lo que estamos predicando en nuestras congregaciones. Esperamos que la gente haga lo que nosotros no hacemos.

El hecho es que, las palabras más significativas que Jesús habló referentes a la unidad eran dirigidas a los líderes en relación con sus relaciones con otros líderes. Por ejemplo, en la última Cena, luego de lavar los pies de sus discípulos, Jesús les dijo,

“Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado para que, como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (Juan 13:13-15).” (Nótese que Jesús enseñó con su ejemplo.)

Los pastores con frecuencia usan este pasaje de la Escritura para enseñar a sus ovejas acerca del amor de unos por otros, lo que es ciertamente apropiado. Sin embargo, las palabras de este pasaje, eran dirigidas a los líderes, los doce apóstoles. Jesús sabía que su iglesia futura tendría poca esperanza de tener éxito en su misión si sus líderes se dividían o competían entre ellos mismos. Por eso, Él dejó claro que esperaba que sus líderes humildemente se sirvieran unos a otros.

En el contexto de la cultura del tiempo de Jesús, Él demostró humildad en su servicio haciendo uno de los trabajos más indignos que tenían los sirvientes en las casas, el lavado de pies. Si Él hubiera visitado una cultura diferente en una época diferente de la historia, talvez hubiera tenido que limpiar letrinas o limpiar la basura que sus discípulos dejaban. ¿Cuántos de sus líderes modernos están dispuestos a demostrar esta clase de amor y humildad a otros líderes?

En menos de una hora, Jesús repetidamente subrayó este importante mensaje. Minutos después de que Él lavara sus pies, Él le dijo a ese grupo de líderes de sus iglesias futuras:

“Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros” (Juan 13:34-35)

Estas palabras ciertamente se aplican a todos los discípulos de Jesús, pero primeramente se aplicaron a los líderes y sus relaciones con otros líderes.

Minutos después, una vez más Jesús dijo:

“Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15; 12-13).

Nótese que Jesús hablaba de nuevo a los líderes.

Después de unos segundos Él dijo de nuevo,

“Esto os mando: que os améis unos a otros” (Juan 15:17).

Entonces, unos minutos después, los discípulos de Jesús le escucharon orando por ellos,

“Ya no estoy en el mundo; pero éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre Santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros” (Juan 17:11, énfasis agregado).

Finalmente, después de unos segundos, mientras Jesús oraba, sus discípulos le escucharon decir,

“pero no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como Tú, Padre, en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros para que el mundo crea que Tú me enviaste. Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos y Tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que Tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.” (Juan 17:20-23, énfasis agregado).

Así, en menos de una hora, Jesús enfatizó seis veces a sus futuros líderes la importancia de estar unidos y de demostrar su unidad amándose y sirviéndose humildemente los unos a los otros. Esto obviamente era muy importante para Jesús. Su unidad era la clave para que el mundo creyera en Él.

 

¿Es el Amor con Aprobación un Amor Inferior?

(Is Approving Love an Inferior Love?)

Deténgase un momento y pregúntese: ¿Qué clase de amor tiene la gente por mí, amor misericordioso o amor de aprobación?”. Estoy seguro que prefieres que la gente te ame “debido a” y no “a pesar de”.

¿Has escuchado a tu cónyuge decir, “no tengo una razón para amarte, y no hay nada en ti que me motive a mostrarte favor” o, “te amo por muchas razones, porque hay muchas cosas de ti que yo admiro”? Por supuesto que preferiríamos que nuestros cónyuges nos amaran con un amor de aprobación, y éste es la primera clase de amor que une a las parejas y las mantiene juntas. Cuando no hay nada que la persona admire de su pareja, cuando todo el amor de aprobación ha dejado de existir, muy pocos matrimonios duran. Si duran, se convierten en un amor misericordioso, que viene de un piadoso carácter del que da este amor.

Todo esto es para decir, que un amor condicional o de aprobación, no es un amor inferior. En tanto que el amor misericordioso es el amor más meritorio para dar, el amor de aprobación es el amor más digno de recibirse. Además, el hecho de que el amor de aprobación es el único amor que el Padre siempre ha tenido por Jesús lo eleva a su justo lugar de respeto. Dios el Padre nunca ha poseído ni una gota de amor misericordioso por Jesús, porque nunca hubo ni hay nada indigno en Jesús. Jesús testificó:

Por esto me ama el Padre, porque yo pongo mi vida para volverla a tomar” (Juan 10:17, énfasis agregado).

Debido a esto vemos que el Padre amó a Jesús, por causa de la obediencia de Jesús al ir a la cruz. No hay nada malo y más bien todo está bien en lo que respecta al amor con aprobación. Jesús se ganó y merecía el amor del Padre.

Jesús también declaró que Él permanece en el amor de su Padre al guardar los mandamientos de su Padre:

“Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permanecéis en mi amor, así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor” (Juan 15:9-10, énfasis agregado).

Además, como lo indica la Escritura, tenemos que seguir el ejemplo de Jesús, y permanecer en su amor guardando sus mandamientos. Él claramente está hablando de un amor de aprobación en este pasaje, diciéndonos que podemos y debemos ganar su amor, y que estaríamos fuera de su amor al no obedecer sus mandamientos. Permanecemos en su amor, sólo si guardamos sus mandamientos. Esto no se dice con mucha frecuencia hoy en día, pero debería de hacerse, porque es lo que Jesús dijo.

Jesús solamente afirmó el amor con aprobación de Dios para aquellos que guardaran sus mandamientos:

Pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado y habéis creído que yo salí del Padre” (Juan 16:27, énfasis agregado).

“El que tiene mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré en él….. El que me ama mi palabra guardará; y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada con él” (Juan 14: 21-23, énfasis agregado).

Nótese que Jesús no estaba haciendo una promesa para los creyentes sin compromiso diciendo que si ellos empezaban a guardar su palabra, Él se manifestaría en ellos en una forma especial. No, Jesús estaba haciendo esta promesa diciendo que si alguno lo ama y guarda su Palabra, entonces su Padre le amaría y ambos, Él y su Padre, vendrían a hacer morada en esta persona, lo cual es una referencia clara de alguien que ha nacido de nuevo. Todos los que han nacido de nuevo tienen al Hijo y al Padre habitando en él por la presencia del Espíritu Santo (ver Romanos 8:9). Así podemos ver otra vez, que los que han nacido de nuevo realmente son los que se han arrepentido y empiezan a obedecer a Jesús, y por esto ellos son los únicos que ganan el amor con aprobación del Padre.

Por supuesto, Jesús todavía tiene amor misericordioso reservado para aquellos que creen en Él. Cuando ellos desobedecen, Él está listo para perdonarlos si ellos confiesan sus pecados y perdonan a otros.

 

El Aborrecimiento de Dios por los Pecadores

(God's Hatred of Sinners)

Contrario a lo que se proclama hoy en día acerca del amor de Dios por los pecadores, la Escritura con frecuencia afirma que Dios aborrece a los pecadores:

“los insensatos no estarán delante de tus ojos; aborreces a todos los que hacen iniquidad. Destruirás a los que hablen mentira; al hombre sanguinario y engañador abominará Jehová “(Salmos 5:5-6, énfasis agregado).

“Jehová prueba al justo; pero al malo y al que ama la violencia, los repudia su alma” (Salmos 11:5, énfasis agregado).

“He abandonado mi casa, he desamparado mi heredad, he entregado en mano de sus enemigos lo que amaba mi alma. Mi heredad fue para mí como un león en la selva; contra mí lanzó su rugido y por eso la aborrecí” (Jeremías 12:7-8, énfasis agregado).

“Toda la maldad de ellos se manifestó en Gilgal; allí, pues, les tomé aversión. Por la perversidad de sus obras los echaré de mi casa. Ya no los amaré más; todos sus príncipes son desleales” (Oseas 9:15, énfasis agregado).

Nótese que todas las escrituras arriba mencionadas no dicen que Dios aborrece u odia lo que la gente hace, estas escrituras dicen que Él también aborrece a la gente. Esto nos pone a meditar en la frase común que dice que Dios ama al pecador pero aborrece el pecado. No podemos separar a la persona de sus acciones. Lo que él hace revela lo que él es. Por esto Dios verdaderamente odia a la persona que comete pecado, no sólo los pecados que la persona comete. Si Dios aprobara a la gente a la que Él mismo aborrece, Él sería muy inconstante consigo mismo. En las cortes humanas, la gente va a juicio por su crimen, y ellos reciben la justa recompensa. Nosotros no odiamos el crimen, pero aprobamos a los criminales.

El Ministerio de la Enseñanza

(The Ministry of Teaching)

En este capítulo consideraremos varios aspectos acerca del ministerio de la enseñanza. La enseñanza es la responsabilidad de los apóstoles, profetas, evangelistas,[1] pastores-ancianos-superintendentes, maestros (por supuesto) y en cierto grado, todos los seguidores de Cristo, pues se supone que todos debemos de hacer discípulos y obedecer todos los mandamientos de Cristo.[2]

Como lo enfaticé previamente, el ministro o el pastor formador de discípulos, enseña primeramente con su ejemplo y segundo, verbalmente. ÉL predica lo que practica. El apóstol Pablo, un formador de discípulos muy exitoso, escribió:

“Sed imitadores de mí, así como yo lo soy de Cristo.”

Esta debe de ser la meta del ministro, el ser honestamente capaz de decir a los que él lidera, “actúen como yo. Si desean saber cómo vive su vida un seguidor de Cristo, solamente obsérvenme”.

En contraste, puedo recordar la oportunidad en que dije a una congregación de la que yo fui pastor, “No me sigan a mí, sigan a Cristo”. Aunque no se me ocurrió en el momento, estaba admitiendo que no era un buen ejemplo a seguir. De hecho, estaba admitiendo que no era un genuino seguidor de Cristo, y les decía a todos los demás que hicieran lo que yo no hacía ¡Qué diferente es esto de lo que Pablo dijo! En verdad, si no podemos decirle a la gente que nos imite porque nosotros imitamos a Jesús, no deberíamos estar en el ministerio, porque la gente toma a los ministros como su modelo a seguir. La iglesia es un reflejo de sus líderes.


[1] La predicación del evangelio por parte de los evangelistas se puede considerar una forma de enseñar y los evangelistas ciertamente necesitan proclamar un evangelio preciso y bíblico.

[2] A todos los creyentes no se les ha dado la responsabilidad de enseñar públicamente a grupos de gente, pero todos tienen la responsabilidad de enseñar individualmente para hacer discípulos (ver Mateo 5:19; 28:19-20: Colosenses 3:16; Hebreos 5:12).

 

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Capítulo Seis – El Ministerio de la Enseñanza » El Ministerio de la Enseñanza

Alcanzando la Meta

(Reaching the Goal)

Imagina por un momento algo que nunca pudo haber pasado en el ministerio de Jesús pero que sucede todo el tiempo en las iglesias modernas. Imagina que Jesús, después de la resurrección se hubiera quedado en la tierra y hubiera iniciado una iglesia moderna institucional, a la cual hubiera pastoreado por treinta años. Imagina a Jesús dando sermones cada domingo a la misma congregación. Imagina a Pedro, Juan y Santiago sentados en la primera banca durante un sermón de Jesús, donde han estado sentados por veinte años. Imagina a Pedro susurrando al oído de Juan diciéndole “Hemos escuchado este mismo sermón diez veces”.

Sabemos que esta escena es absurda, porque todos conocemos que Jesús nunca estuvo en esta situación ni sus apóstoles tampoco. Jesús vino a hacer algunos discípulos de cierta manera y en un tiempo determinado, en un periodo de aproximadamente tres años, Él discipuló a Pedro, a Juan, a Santiago y a algunos otros. Él no los discípuló predicándoles los domingos en una iglesia en un edificio. Él lo hizo viviendo su vida ante ellos, respondiendo sus preguntas, y dándoles oportunidades de servir. Él cumplió con su tarea y siguió adelante.

Así que, ¿por qué hacemos lo que Jesús nunca hubiera hecho? ¿Por qué intentamos alcanzar lo que Dios quiere, predicando sermones a la misma gente por décadas? ¿Cuándo vamos a completar nuestra tarea? ¿Por qué nuestros discípulos después de tantos años no están listos para formar discípulos por ellos mismos?

Mí punto es que, si estamos haciendo nuestros trabajo correctamente, debe llegar la hora en que nuestros discípulos estén lo suficientemente maduros para no necesitar más nuestro ministerio. Deberían liberarse para que hagan discípulos por ellos mismos. Se supone que debemos alcanzar la meta que Dios puso delante de nosotros, y Jesús nos mostró cómo hacerlo. Incidentalmente, en una iglesia casera en crecimiento siempre hay una continua necesidad de hacer discípulos y formar líderes. Una iglesia casera saludable no caerá en un círculo infinito de un mismo predicador predicando a la misma gente por décadas.

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Capítulo Seis – El Ministerio de la Enseñanza » Alcanzando la Meta

Cuatro Pensamientos Más

(Four More Thoughts)

1. Algunos ministros son como loras, obteniendo todos sus sermones de los libros que otros han escrito. Al hacer esto, se pierden la maravillosa oportunidad de ser personalmente tocados por el Espíritu Santo y están propensos a cometer los mismos errores que las personas que escribieron los mensajes.

2. Muchos pastores imitan los estilos de enseñanza y prédica de otros pastores, estilos que son puramente tradicionales. Por ejemplo, en algunos círculos se piensa que los sermones tienen unción cuando son ruidosos y rápidos. Por esto, los miembros de la iglesia se sujetan a los sermones de este tipo de principio a fin. La realidad es que las personas se desconectan de este tipo de sermones, al igual que lo hacen cuando escuchan conferencias monótonas. Una voz con variedad es mucho más cautivadora. Además, la predicación es naturalmente más fuerte cuando se está exhortando, mientras que la enseñanza se hace en un tono más conversacional porque se está instruyendo.

3. He observado a los oyentes de los sermones en cientos de iglesias, y me sorprende que tantos predicadores y maestros se olviden y no observen las muchas indicaciones que muestran el aburrimiento de la gente y su falta de atención al sermón. Pastor, la gente que parece que está aburrida, está aburrida verdaderamente y los que te están mirando mientras hablas, seguramente no te están escuchando. La gente que no está escuchando, no está recibiendo ninguna ayuda. Si la gente sincera está aburrida y no escucha, entonces necesitas mejorar tu manera de dar sermones. Da más ejemplos. Cuenta historias relevantes. Haz parábolas. Hazlo fácil. Enseña la Escritura desde tu corazón. Se sincero. Se tú mismo. Varía el tono de tu voz. Has contacto visual con cuantos puedas. Usa algunas expresiones faciales. Usa tus manos. Muévete alrededor. No hables por mucho tiempo. Si el grupo es pequeño, deja que ellos hagan preguntas en momentos apropiados.

4. La idea de que cada sermón debe tener tres puntos es invento del hombre. La meta es hacer discípulos, no seguir teorías de Homilética moderna. Jesús dijo, “alimenta mis ovejas”, no “impresiona a mis ovejas”.

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