El Antropomorfismo

(Anthropomorphism)

Una tercera figura del lenguaje que encontramos dentro de las Escrituras es el antropomorfismo. El antropomorfismo es una expresión metafórica donde los atributos de los humanos se le confieren a Dios con el fin de entenderlo. Por ejemplo, podemos leer en Génesis 11:5:

“Jehová descendió para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de los hombres” (Génesis 11:5).

Éste es probablemente un antropomorfismo, porque parece extraño que Dios, que lo conoce todo, literalmente hiciera un viaje desde el cielo hasta la torre de Babel para investigar lo que la gente estaba construyendo.

Muchas escuelas bíblicas consideran que cada declaración bíblica que describe las partes del cuerpo de Dios, como sus brazos, manos, nariz, ojos y cabello, son un antropomorfismo. Con seguridad, afirman ellos, que el Dios todo poderoso no posee estas partes como sí las tienen los humanos.

Sin embargo, yo no estaría de acuerdo con esto, por muchas razones. Primero, porque la Escritura nos enseña plenamente que nosotros hemos sido creados a la imagen y semejanza de Dios:

“Entonces dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza“, (Génesis 1:26, énfasis agregado).

Algunos pueden decir que fuimos creados a la imagen y semejanza de Dios solamente en el sentido de que nosotros poseemos capacidad para razonar, responsabilidad moral, conciencia de nosotros mismos y demás. Sin embargo, leamos una declaración que es muy similar a la encontrada en Génesis 1:26, la cual está tan sólo unos capítulos después:

“Vivió Adán ciento treinta años y engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen, y le puso por nombre Set” (Génesis 5:3, énfasis agregado).

Esto con seguridad quiere decir que Set era similar en apariencia física a su padre. Y si esto es el significado de Génesis 5:3, ciertamente esta expresión equivalente en Génesis 1:26, significa lo mismo. El sentido común y la interpretación sensata nos aseguran que esto es así.

Más adelante, tenemos algunas descripciones de Dios dadas por autores bíblicos que le vieron. Por ejemplo Moisés, junto con otros setenta y tres israelitas, vio a Dios:

“Subieron Moisés y Aarón, Nadab y Abiú, junto con setenta de los ancianos de Israel, y vieron al Dios de Israel. Debajo de sus pies había como un enbaldosado de zafiro, semejante al cielo cuando está sereno. Pero no extendió su mano contra los príncipes de los hijos de Israel: ellos vieron a Dios, comieron y bebieron” (Éxodo 24:9-11, énfasis agregado).

Si tú le preguntaras a Moisés si Dios tenía manos y pies, ¿qué hubiera respondido Moisés?[1] El profeta Daniel también tuvo una visión de Dios el Padre y Dios el Hijo:

“Estuve mirando hasta que fueron puestos unos tronos y se sentó un Anciano de días. Su vestido era blanco como la nieve; el pelo de su cabeza, como lana limpia; su trono, llama de fuego, y fuego ardiente las ruedas del mismo. Un río de fuego procedía y salía de delante de Él; miles de miles lo servían, y millones de millones estaban delante de Él. El juez se sentó y los libros fueron abiertos…. Miraba yo en la visión de la noche, y vi que con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre; vino hasta el Anciano de días, y lo hicieron acercarse delante de Él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas lo sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará; y su reino es uno que nunca será destruido” (Daniel 7:9-10, 13-14).

Si tú le hubieras preguntado a Daniel si Dios tenía pelo blanco y si la forma de su cuerpo era tal que Él podía sentarse en un trono, ¿Qué hubiera respondido Daniel?

Considerado lo anterior, estoy convencido que Dios el Padre tiene una forma gloriosa que es de algún modo similar a la forma del ser humano, aunque Él no está hecho de carne y sangre, sino de espíritu (ver Juan 4:24).

¿Cómo podrías tú discernir cuáles porciones de la Escritura se pueden interpretar literalmente y cuáles se deben interpretar figurativa o simbólicamente? Esto sería muy fácil para cualquier persona que pueda razonar lógicamente. Interpreta todo literalmente e interpreta figurativa o simbólicamente, sólo si no existe otra alternativa inteligente. Los profetas del Antiguo Testamento y el libro de Apocalipsis, por ejemplo, están claramente llenos de simbolismos, algunos de los cuales son explicados, pero algunos otros no. Pero los simbolismos no son difíciles de identificar.


[1] Moisés una vez también vio la espalda de Dios “Cuando Él pasaba”. Dios puso su mano de tal forma que Moisés no pudiera ver su rostro; ver Éxodo 33:18-23.

 

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Capítulo Siete – Interpretación Bíblica » El Antropomorfismo

Venciendo los Temores de la Enseñanza Explicativa

(Overcoming Fears of Expository Teaching)

Muchos pastores tienen temor de enseñar la Escritura verso por verso debido a que hay muchas cosas que ellos no entienden y no quieren que sus congregaciones se enteren de lo que sus pastores desconocen. Esto, por supuesto, es orgullo. No hay nadie sobre la tierra que entienda perfectamente todo lo que está en la Escritura. Aún Pedro dijo que algunas de las cosas que Pablo había escrito eran difíciles de entender (ver 2 Pedro 3:16).

Cuando los pastores que enseñan verso por verso lleguen a un verso o pasaje que no entiendan, simplemente deberían decir a sus rebaños que aún no entienden esa sección y luego seguir adelante. El pastor también puede pedirle a su congregación que ore para que el Espíritu Santo le ilumine. Su humildad será un buen ejemplo ante su rebaño, un sermón en sí misma.

El pastor-anciano-superintendente de una iglesia en la casa tiene una ventaja más al enseñar a un grupo pequeño en un ambiente informal, porque pueden hacer preguntas durante la sesión. Esto también abre la posibilidad de que el Espíritu Santo revele a otros miembros del grupo las escrituras en estudio. El resultado será un aprendizaje mucho más efectivo de todos los miembros.

Un buen lugar para empezar a enseñar los mandamientos de Jesús está en su Sermón del Monte, que lo encontramos en Mateo 5-7. En este sermón, Jesús da muchos mandamientos y ayuda a sus seguidores judíos a entender correctamente las leyes que habían sido dadas por Moisés. Más adelante, en este mismo libro, enseñaré acerca del Sermón del Monte, verso por verso, para demostrar cómo se puede hacer.

¿A Quién se Dirige el Mensaje?

(Who is Being Addressed?)

No solamente debemos de preguntarnos quién es el que está dando el mensaje de determinado pasaje bíblico, necesitamos también tomar nota de a quién se está dirigiendo el mensaje. Si no hacemos esto, podemos mal interpretar algo que no se aplica a nosotros. O, podemos interpretar algo que se aplica a nosotros, como si no se aplicara.

Por ejemplo, algunos dicen y reclaman una promesa que se encuentra en el Salmo 37, creyendo que se aplica a ellos:

“Él te concederá los deseos de tu corazón” (Salmos 37:4).

Pero, ¿aplica esta promesa a todos los que la leen o la conocen? No. Si leemos el contexto, encontraremos que esta promesa sólo aplica a cierta gente que cumple con cinco condiciones:

“Confía en Jehová y haz el bien; habitarás en la tierra y te apacentarás de la verdad. Deléitate a sí mismo en Jehová y Él te concederá los deseos de tu corazón” (Salmos 37:3-4).

Ahora sí vemos lo importante que es el tomar nota de a quién se dirigen los diferentes pasajes. Aquí hay otro ejemplo:

“Entonces Pedro comenzó a decirle: Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. Respondió Jesús y dijo: De cierto os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo: casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras, aunque con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna” (Marcos 10:28-30).

Es muy popular en algunos sitios el hablar de “la devolución del cien por el diez” cuando alguien da dinero para ayudar a sostener a un predicador del evangelio. ¿Pero aplica esta promesa a tales personas? No, esta promesa está dirigida a la gente que verdaderamente deja sus familias, tierras, o casas para predicar el evangelio, como lo hizo Pedro, el cual le preguntó a Jesús cuál sería la recompensa por esto.

Curiosamente, aquellos que siempre predican acerca de “la devolución del cien”, parecen enfocarse únicamente en las casas y tierras, y nunca en los hijos ni en las persecuciones que también fueron parte de la promesa. Por supuesto que Jesús, no estaba prometiendo que aquellos que dejaran su casa, recibirían la posesión de cien casas como recompensa. Él estaba prometiendo que cuando ellos dejan sus familias y casas, los miembros de su nueva familia espiritual abrirían sus casas para ellos. Los verdaderos discípulos no se preocupan por las posesiones, porque ellos no son dueños de nada—ellos sólo son administradores de lo que Dios les ha dado.

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Capítulo Siete – Interpretación Bíblica » ¿A Quién se Dirige el Mensaje?

Revisando Nuestros Motivos

(Checking Our Motives)

Es muy fácil engañarnos con nuestras motivaciones. A mí me ha pasado. ¿Cómo podemos saber si nuestros motivos son puros?

La mejor forma es preguntarle a Dios para que El nos revele si nuestros motivos son erróneos y que examine nuestros pensamientos y nuestros hechos. Jesús nos dijo que hiciéramos buenas obras como la oración y dar al pobre en secreto, y ésta es una forma de asegurarnos de que estamos haciendo las cosas bien, porque deseamos la alabanza de Dios y no la alabanza de la gente. Si solamente somos obedientes a Dios cuando la gente nos está viendo, esto es señal de que algo anda mal. O, si evitamos pecados escandalosos que arruinarían nuestra reputación si se descubrieran, pero nos involucramos en pecados no tan públicos de los que nadie se enteraría, esto muestra que nuestra motivación es errónea. Si estamos verdaderamente tratando de complacer a Dios, quien conoce todos nuestros pensamientos, palabras y hechos, entonces tenemos que obedecerle todo el tiempo, en grandes y pequeñas cosas, las que se saben y las que no.

Similar a esto, si nuestros motivos son los correctos, no seguiremos los métodos para el crecimiento de la iglesia si sólo sirven para aumentar la audiencia de la iglesia sin formar discípulos que obedezcan todo lo que Jesús ordenó.

Enseñaremos todo lo que dice la Palabra de Dios y no nos enfocaremos sólo en temas populares que agradan al mundo y a la gente no espiritual.

No cambiaremos el significado de las Escrituras de Dios ni enseñaremos en una forma en que se viole su contexto dentro de la Biblia como un todo.

No buscaremos títulos y lugares especiales donde se nos brinde honor. No buscaremos el ser conocidos.

No proveeremos para los ricos.

No nos haremos tesoros sobre la tierra, sino que viviremos simplemente y daremos lo que podamos, dando un buen ejemplo de nuestra mayordomía ante la congregación.

Nos preocuparemos más por saber qué es lo que Dios piensa de nuestros sermones que lo que la gente piensa.

¿Cuáles son tus motivos?

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Capítulo Seis – El Ministerio de la Enseñanza » Revisando Nuestros Motivos

Una Doctrina que Impide la Formación de Discípulos

(A Doctrine that Defeats Disciple-Making)

El ministro que hace discípulos nunca enseña algo que esté en contra de la meta de hacer discípulos. Por eso, él nunca dirá algo que haga a la gente sentirse cómoda al desobedecer al Señor Jesús. Él nunca hablará de la gracia de Dios como medio para seguir pecando sin tener miedo al juicio. Al contrario, él presenta la gracia de Dios como medio para el arrepentimiento y para vivir una vida en victoria. La Escritura, como la conocemos, declara que sólo los valientes heredarán el Reino de Dios (ver Apocalipsis 2:11; 3:5; 21:7).

Algunos ministros modernos, desafortunadamente, siguen algunas doctrinas no bíblicas las cuales hacen un gran daño a la meta de hacer discípulos. Una de estas doctrinas que se han vuelto muy populares en los Estados Unidos es la llamada seguridad eterna incondicional o, “una vez salvo, para siempre salvo”. Ésta mantiene que las personas que han nacido de nuevo nunca pueden perder su salvación sin importar la clase de vida que lleven. Porque la salvación es por gracia. La misma gracia que inicialmente salva a la gente cuando oran para recibir salvación, los mantendrá salvos por siempre. Otro punto que esta doctrina afirma, es que la gente es salva por sus obras.

Naturalmente, esto va en detrimento de la santidad. Ya que esta doctrina dice que la obediencia a Dios no es esencial para entrar al cielo, hay muy poca motivación para obedecer a Dios, especialmente si la obediencia tiene un costo.

Como lo dije antes en este libro, la gracia que extiende Dios a la humanidad no libera a la gente de su responsabilidad de obedecerle. La Escritura dice que la salvación no sólo es por gracia, sino a través de la fe (ver Efesios 2:8). Ambas, la gracia y la fe son necesarias para la salvación. La fe es la respuesta apropiada hacia la gracia de Dios, y la verdadera fe siempre es el resultado de arrepentimiento y obediencia. La fe sin obras es muerta, inútil, y no puede salvar, de acuerdo con Santiago (ver Santiago 2:14-26).

Por esto, la Escritura repetidamente declara que la salvación continua depende de una fe y obediencia continua. Hay partes de la Escritura que hacen esto muy claro. Por ejemplo, Pablo declara en su carta a los Colosenses:

“También a vosotros, que erais en otro tiempo extraños y enemigos por vuestros pensamientos y por vuestras malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprochables delante de Él. Pero es necesario que permanezcáis fundados y firmes en la fe, sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo” (Colosenses 1:21-23, énfasis agregado).

No puede ser más claro. Sólo una teología extraña puede torcer el significado de lo que Pablo dijo. Seremos irreprochables para Jesús si continuamos en la fe. Esta misma verdad se afirma en Romanos 11:13-24, 1 Corintios 15:1-2 y Hebreos 3:12-14; 10:38-39, donde se afirma claramente que la salvación final se debe a nuestra constancia en la fe. Todos estos versos contienen la palabra “si”.

¿Qué Enseñar?

(What to Teach)

Como Pablo, el ministro que hace discípulos tiene una meta. Esa meta es “que cada hombre sea presentado perfecto en Cristo” (Colosenses 1:28b). Así que él, como Pablo, “amonestará a todo hombre y enseñará a todo hombre en toda sabiduría” (Colosenses 1:28ª, énfasis agregado). Note que Pablo no enseñaba sólo para educar o entretener a la gente.

El ministro formador discípulos puede decir con Pablo, “el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, de buena conciencia y de fe no fingida” (1 Timoteo 1:5). Esto es, que él quiere producir la santidad y una verdadera semejanza con Cristo en las vidas de aquellos a quienes él sirve, razón por la cual él enseña a los creyentes a obedecer todos los mandamientos de Cristo. Él enseña la verdad, amonestando a sus oyentes para que sigan “la paz con todos y la santidad sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14).

El ministro formador de discípulos sabe que debe enseñarles sobre la orden de Jesús de obedecer todo y no sólo una parte de lo que Él les había enseñado (ver Mateo 28:19:20). Él debe asegurarse de no descuidar nada de lo que Jesús ordenó y con regularidad instruye a sus discípulos sobre la totalidad de los evangelios y las epístolas. Es aquí donde aparecen y se reafirman los mandamientos de Jesús.

Por medio de la enseñanza explicativa se asegura una instrucción balanceada. Cuando enseñamos mensajes sobre ciertos temas únicamente, pueda que escojamos los más populares entre la gente y rechacemos aquellos que no son tan populares. El maestro que enseña la Escritura verso por verso, no sólo instruye acerca del amor de Dios, sino también acerca de su ira divina y su disciplina. Enseñará sobre las bendiciones de ser cristiano y también sobre las responsabilidades. Así, el maestro no será propenso a enseñar sólo los temas de menor importancia y a evadir los de mayor importancia. (De acuerdo con Jesús, éste fue un error de los fariseos; ver Mateo 23:23-24).

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Capítulo Seis – El Ministerio de la Enseñanza » ¿Qué Enseñar?

¿Qué Tan Bien Vamos?

(How Well Are We Doing?)

Desafortunadamente, mientras esperamos que nuestro rebaño se unifique con amor, muchos de nosotros competimos con otros ministros con medios poco éticos para construir nuestra iglesia a expensas de otras iglesias. Muchos de nosotros evitamos cualquier tipo de confraternidad con otros pastores de diferentes doctrinas. Aún más, le anunciamos al mundo nuestra falta de unidad con emblemas que ponemos al frente de la iglesia diciendo: “Nosotros no somos como otros cristianos en otras iglesias”. (Y hemos hecho un buen trabajo educando al mundo acerca de nuestra falta de unidad, ya que muchos cristianos saben que la cristiandad es una institución muy dividida).

En resumen, no practicamos lo que predicamos, y nuestro ejemplo habla a nuestras congregaciones mucho más que nuestros sermones de unidad. Es casi risible pensar que los cristianos promedio practiquen la unidad y se amen cuando sus líderes actúan de modo diferente.

Por supuesto, la única solución, es el arrepentimiento. Debemos de arrepentirnos de dar mal ejemplo a los creyentes y al mundo. Debemos de eliminar las barreras que nos dividen y amarnos los unos a los otros como Jesús lo ordenó.

Primero que todo, esto quiere decir, reúnase con otros pastores y ministros, incluyendo ministros de diferentes doctrinas. No estoy hablando de que se reúnan con pastores que no han nacido de nuevo y que no desean obedecer a Jesús, o que están en el ministerio por beneficio propio. Ellos son lobos con piel de oveja y Jesús nos dijo cómo identificarlos exactamente. Ellos se conocen por sus frutos.

Yo me refiero, más bien a pastores y ministros que desean guardar todos los mandamientos de Jesús, verdaderos hermanos y hermanas en Cristo. Si eres un pastor, debes comprometerte a amar a otros pastores demostrando el amor a tu rebaño en una forma práctica. Una manera de comenzar es visitando a otros pastores en tu vecindario pidiéndoles perdón por no haberlos amado como debías. Esto derribará algunas murallas. Después comprométanse a reunirse regularmente para comer, motivarse y amonestarse el uno al otro y orar juntos. Cuando esto ocurra, podrán discutir con amor las doctrinas que tienden a dividirlos, buscando la unidad aunque no estén de acuerdo en todo lo que discutan. Mi vida y mi ministerio fueron enriquecidos grandemente cuando finalmente me dispuse a escuchar a otros ministros cuya doctrina era diferente. Me estaba perdiendo de mucha bendición por años debido a mi distanciamiento de otros ministros.

También puedes demostrar tu amor y unidad al invitar a otros pastores a predicar en tu iglesia institucional o en tu iglesia casera y tu iglesia puede combinar reuniones con otras iglesias para tener una confraternidad.

Puedes cambiar el nombre de tu iglesia para que no anuncie al mundo tu falta de unidad con el resto del cuerpo de Cristo. Tu no tienes que anunciar tu denominación o nombre de la asociación a la que perteneces para que así solamente te identifiques como parte del cuerpo de Cristo, enviando un mensaje a todos diciendo que tú crees que Jesús hizo únicamente una iglesia, no muchas iglesias diferentes que no pueden relacionarse.

Yo sé que esto suena radical. Pero ¿por qué seguimos haciendo cosas que claramente Jesús nunca hizo? ¿Por qué seguimos involucrados en cosas que no le agradan a Él? No hay denominaciones o asociaciones especiales mencionadas en la Escritura. Cuando los Corintios se dividieron entre sus maestros favoritos, Pablo firmemente los reprendió, diciendo que sus divisiones revelaban su carnalidad y su niñez espiritual (ver 1 Corintios 3:1-7). ¿Revelan nuestras divisiones algo diferente?

Cualquier cosa que nos separa unos de otros debe ser evitada. Las iglesias en las casas deben evitar unirse a asociaciones que las hagan tener un nombre específico que las separe de los demás. En la Escritura, las iglesias se identificaban sólo por las casas en las que se reunían. Los grupos de iglesias sólo se identificaban por las ciudades en las que estaban localizadas. Todas ellas se consideraban parte de una sola iglesia, el cuerpo de Cristo.

Solamente existe un Rey y un reino. Cualquiera que quiera resaltar su nombre para que los creyentes o las iglesias se identifiquen con él, está construyendo su propio reino dentro del Reino de Dios. Es mejor que él esté listo para cuando el Rey le diga, “Mí gloria no la daré a otro” (Isaías 48:11).

Todo esto es para decir nuevamente que los ministros deben mostrar un correcto ejemplo de obediencia a Cristo ante toda la gente, porque la gente seguirá su ejemplo. El ejemplo que ellos dejaron ante los otros es el método de enseñanza más influyente. Como Pablo escribió a los creyentes de Filipos:

“Hermanos, sed imitadores de mí y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros” (Filipenses 3:17, énfasis agregado)t

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Capítulo Seis – El Ministerio de la Enseñanza » ¿Qué Tan Bien Vamos?

Los Motivos Correctos

(Right Motives)

Para tener éxito en la enseñanza que nos lleva a hacer discípulos, no hay nada más importante que tener los motivos correctos para hacerlo. Cuando alguien está en el ministerio por las razones erróneas, hará cosas desacertadas. Esta es la primera razón del por qué hay enseñanza falsa y sin balance en la iglesia de hoy. Cuando el motivo del ministro es ganar popularidad, tener éxito ante los ojos de otros, o hacer mucho dinero, él está destinado a fallar ante los ojos de Dios. Lo más triste es que puede alcanzar su meta de ganar popularidad, tener éxito ante otros, o acumular mucho dinero, pero llegará el día cuando él y sus motivaciones erróneas estén expuestos frente al juicio de Cristo y no reciba ningún reconocimiento por su trabajo. Si a él se le permite entrar al Reino de los Cielos,[1] todos conocerán su realidad, debido a su falta de reconocimiento y baja posición en el reino. No hay duda de que hay diferentes rangos en el cielo. Jesús lo advirtió:

“De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el Reino de los Cielos; pero cualquiera que los cumpla y los enseñe, éste será llamado grande en el Reino de los Cielos” (Mateo 5:19).

Por supuesto que los ministros que obedecen y enseñan los mandamientos de Jesús sufrirán por ello por un tiempo en la tierra. Jesús prometió sufrimiento para aquellos que lo obedecieran (ver Mateo 5:10-12; Juan 16:33). No es muy probable que sean exitosos en el mundo, que ganen popularidad o riquezas. Lo que hacen es ganar futuros reconocimientos y alabanza de parte de Dios. ¿Qué prefieres ganar tú? Debido a esto, Pablo escribe:

“¿Qué pues, es Pablo, y qué es Apolos?, servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor. Yo planté, Apolos regó, pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que, ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que da el crecimiento. Y el que planta y el que riega son una misma cosa, aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor, porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios.

Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo, como perito arquitecto, puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. Nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Si alguien edifica sobre este fundamento con oro, plata y piedras preciosas o con madera, heno y hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta, porque el día la pondrá al descubierto, pues por el fuego será revelada. La obra de cada uno, sea la que sea, el fuego la probará. Si permanece la obra de alguno que sobreedificó, él recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quema, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego.” (1 Corintios 3: 5-15).

Pablo se comparó con un maestro de construcción que edifica una obra. A Apolos, un maestro que vino a Corinto luego de que Pablo había establecido la iglesia en ese lugar, Pablo lo señala como aquel que edificó sobre lo que él ya había edificado.

Nótese que ambos Pablo y Apolos, serían recompensados finalmente, basándose en la calidad, no la cantidad de su trabajo (ver 3:13).

Hablando figuradamente, Pablo y Apolos, pudieron construir el edificio de Dios con seis materiales diferentes, tres de los cuales son comunes, relativamente baratos e inflamables, y los otros tres los cuales no eran comunes, muy caros, y no inflamables. Un día sus respectivos edificios sufrirán el fuego del Juicio de Dios, y la madera, heno y hojarasca serán consumidos por el fuego, revelando así, que no eran valiosos y que su calidad era temporal. El oro, plata y piedras preciosas, representan trabajos que son preciosos y eternos ante los ojos de Dios, que soportarían la prueba del fuego.

Podemos saber con seguridad que la enseñanza no bíblica será quemada en el juicio de Cristo. Así también pasará con cualquier cosa que se haga por la búsqueda de poder, métodos no bíblicos, o sabiduría de la carne, como también pasará con cualquier otra cosa que se haga con las motivaciones erróneas. Jesús advirtió que cualquier cosa que hagamos motivados por el deseo de la alabanza de la gente, no será recompensado (ver Mateo 6:1-6, 16-18). Esta clase de trabajo sin valor, tal vez no sea evidente ante los ojos de los hombres ahora, pero ciertamente será revelado en el futuro, como Pablo lo advirtió. Personalmente, si mis trabajos fueran de madera, heno y hojarasca, preferiría descubrirlo ahora que después. Ahora es el tiempo para arrepentirse; después será muy tarde.


[1] Dije “si”, porque aquellos que son lobos con piel de oveja son claramente “ministros” que son motivados por sus propios intereses y serán enviados al infierno. Yo supongo que lo que los diferencia de los verdaderos ministros con falsos motivos es el grado alto de sus motivaciones erróneas.

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Capítulo Seis – El Ministerio de la Enseñanza » Los Motivos Correctos

Otra Doctrina Moderna que obstaculiza la Formación de Discípulos

(Another Modern Doctrine that Defeats Disciple-Making)

No es sólo la enseñanza acerca de la eterna e incondicional seguridad de nuestra salvación que lleva a la gente a pensar que la santidad no es necesaria para la salvación. El amor de Dios con frecuencia se presenta en una forma que invalida la formación de discípulos. A los predicadores se les puede escuchar diciendo, “Dios te ama incondicionalmente”. La gente interpreta esto como, “Dios me acepta y me aprueba sin importar si le obedezco o no le obedezco.” Sin embargo, simplemente esto no es verdad.

Muchos de estos mismos predicadores creen que Dios castiga a los no creyentes y los manda al infierno, y esto es correcto. Ahora pensemos un poco acerca de esto. Obviamente, Dios no acepta en el cielo la gente que va para el infierno. Así que, ¿Cómo podemos decir que Dios los ama? ¿Dios ama a la gente que está en el infierno? ¿Crees que ellos te dirían que Dios los ama? Creo que no. ¿Diría Dios que los ama? ¡Ciertamente no! Ellos son aborrecibles ante Él, y por esto El los sentenció al infierno. Él no los aprueba ni los ama.

Esto quiere decir, que el amor de Dios por los pecadores es claramente un amor misericordioso que es solamente temporal, y no un amor que ya los acepte o apruebe en el cielo. Él tiene misericordia de ellos, impidiendo su juicio y dándoles la oportunidad de arrepentirse. Jesús murió por ellos, proveyéndoles un camino para que sean perdonados. Hasta este grado y en esta forma, se podría decir que Dios los ama. Pero Él nunca los aprueba. Él nunca siente un amor por ellos como un padre siente por sus hijos.

Sin embargo, la escritura declara, “como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen” (Salmos 103:3, énfasis agregado). Por esto se puede decir que Dios no tiene la misma compasión por los que no le temen. El amor de Dios por los pecadores es más parecido a la misericordia que un juez tiene sobre un asesino convicto que recibe sentencia de por vida en vez de la pena de muerte.

No hay ni un solo caso en el libro de los Hechos donde se predicara el evangelio diciendo a los pecadores y a los no salvos que Dios los amaba. Al contrario, los predicadores bíblicos con frecuencia advertían a sus audiencias acerca del castigo de Dios y la ira de Dios y los llamaban al arrepentimiento, dejándoles saber que no eran aprobados para Dios, que estaban en peligro y que verdaderamente tenían que cambiar sus vidas. Si solamente les hubieran dicho que Dios les amaba (como lo hacen muchos predicadores modernos), la audiencia podría pensar que no corría peligro, que no había ningún castigo para ellos, y que no tenían necesidad de arrepentirse.

La Preparación del Sermón

(Sermon Preparation)

No hay ninguna evidencia en el Nuevo Testamento acerca de que algún pastor-anciano-superintendente preparara una predicación-sermón por semana, completa con diferentes puntos y hermosas ilustraciones, todo escrito en una hoja guía, como es la práctica de muchos ministros modernos. ¡Ciertamente ninguno de nosotros podría imaginar a Jesús haciendo tales cosas! La enseñanza en la iglesia primitiva era más espontánea y con un método interactivo, siguiendo el estilo judío, en vez de seguir las reglas de la oratoria, como era la práctica de los griegos y romanos, una tradición que fue eventualmente adoptada por la iglesia cuando se convirtió en una institución. Si Jesús dijo a sus discípulos que no prepararan defensa cuando fueran llamados a la corte, prometiendo que el Espíritu Santo les daría palabras espontáneas e irrefutables, ¡deberíamos creer que de alguna forma, Dios es capaz de ayudar a los pastores en sus sermones ante las reuniones de la iglesia!

Esto no quiere decir que los ministros no deben prepararse con oración y estudio. Pablo amonestó a Timoteo:

“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15).

Los ministros que siguen la instrucción de Pablo de que, “la Palabra de Cristo habite en abundancia en vosotros” (Colosenses 3:16) serán llenos de la Palabra de Dios y así serán capaces de enseñar de lo que “fluye de ellos”. Así que, querido pastor, lo importante es que tú te sumerjas en la Biblia. Si tienes el conocimiento y la pasión por el tema que expondrás, poca preparación será necesaria para comunicar la verdad de Dios. Además, si enseñas verso por verso, simplemente usarás cada verso como tu guía a seguir. Tu preparación debe ser una oración meditando en los versos de la Escritura que enseñarás. Si tú pastoreas una iglesia en la casa, el método interactivo de la enseñanza disminuirá la necesidad de hacer un esquema para tu exposición.

El ministro que tiene fe en que Dios le ayudará mientras él enseña, será recompensado con la ayuda de Dios. Así que, confía menos en ti mismo, en tu preparación y en tus notas, y más en el Señor. Gradualmente, mientras ganas más fe y confianza, prepara menos notas para tus sermones, hasta que casi no tengas necesidad de ello o inclusive no escribas ninguna nota.

El que está más consciente de sí mismo ante los otros, es más propenso a depender de sus notas, porque tiene mucho temor de cometer errores en público. Él debe saber que su temor se debe a su inseguridad la cual nace de su orgullo. No debe preocuparse tanto de cómo se ve ante los ojos de la gente sino de cómo se ve él y su audiencia ante los ojos de Dios. Ninguna preparación para un discurso mueve tanto a la audiencia como cuando la unción del Espíritu está presente. Piensa en cómo sería la comunicación entre personas si todos hiciéramos notas con anticipación para todas nuestras conversaciones. ¡La conversación moriría! Un estilo de conversación sin ninguna preparación puede ser mucho más sincero que un discurso preparado. La enseñanza no es actuación. Es impartir la verdad. Todos sabemos que cuando sólo estamos escuchando un discurso, tenemos la tendencia automática a distraernos y a no poner atención.

 

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Capítulo Seis – El Ministerio de la Enseñanza » La Preparación del Sermón