Permanecer Listo

(Remaining Ready)

Aquí hay otra parábola familiar de Jesús, la parábola de las diez vírgenes:

“Entonces el reino de los cielos será semejante a Diez vírgenes que, tomando sus lámparas, salieron a recibir al novio. Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas. Las insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite; pero las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas. Como el novio tardaba, cabecearon y todas se durmieron. Y a la media noche se oyó un clamor: “¡Aquí viene el novio, salid a recibirlo!”. Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas. Y las insensatas dijeron a las prudentes: “Dadnos de vuestro aceite, porque nuestras lámparas se apagan”, pero las prudentes respondieron diciendo: “para que no nos falte a nosotras y a vosotras, id más bien a los que venden y comprad para vosotras mismas”. Pero mientras ellas iban a comprar, llegó el novio; y las que estaban preparadas entraron con él a la boda, y se cerró la puerta. Después llegaron también las otras vírgenes, diciendo: “¡Señor, Señor, ábrenos!”. Pero él, respondiendo, dijo: “de cierto os digo que no os conozco”. Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del hombre ha de venir.” (Mateo 25:1-13).

¿Cuál es la lección principal de esta parábola? Se encuentra en la oración final: permanece listo para el regreso del Señor, porque Él puede tardar más de lo que esperas. De esto se trata.

Como lo mencioné en mi capítulo anterior, Jesús habló esta parábola a varios de sus discípulos más cercanos (ver Mateo 24:3; Marcos 13:3), los cuales obviamente eran obedientes y le siguieron en ese tiempo. Así que, claramente esta parábola expone que era posible que Pedro, Juan, Santiago y Andrés no estuvieran listos para el retorno de Jesús. Y por esto es que Jesús les da la advertencia. Como vemos, estas parábolas enseñan que existe una posibilidad para aquellos que en la actualidad estén listos para el retorno de Jesús, de que no estén listos para cuando Él vuelva. Todas las diez vírgenes estaban listas al principio, pero cinco no estuvieron listas al final. Si el novio hubiera regresado más temprano, tal vez todas las diez vírgenes hubieran tenido la oportunidad de entrar a las bodas.

Pero, ¿cual es el significado de que hubiera cinco vírgenes prudentes y cinco vírgenes insensatas? ¿Prueba esto que solamente la mitad de los cristianos de hoy en día estarían listos cuando Cristo vuelva? No.

¿Cuál es el significado del aceite? ¿Representa éste al Espíritu Santo? No. ¿Nos revela esto que sólo los que han sido bautizados en el Espíritu Santo entrarán al Reino de los cielos? No.

¿El retorno del novio a la media noche implica que Jesús regresará a la media noche? No.

¿Por qué el novio no pidió a las vírgenes prudentes que identificaran a sus amigas insensatas en la puerta? Si el novio hubiera pedido a las vírgenes prudentes que identificaran a las insensatas, se hubiera arruinado el motivo principal de esta parábola, pues las insensatas hubieran entrado a las bodas.

Tal vez, se podría decir que así como las vírgenes insensatas, al no tener más luz, se fueron a dormir, así también los creyentes insensatos empiezan a caminar en tinieblas y se duermen espiritualmente, lo cual, al final les lleva a condenación. Tal vez, una analogía puede encontrarse entre la boda de esta parábola y las futuras bodas del Cordero, pero esto es todo lo que se puede decir de esta parábola para no forzar su significado o sus detalles varios.

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Capítulo Siete – Interpretación Bíblica » Permanecer Listo

Llevando fruto

(Bearing Fruit)

Tal vez la peor interpretación que yo he escuchado acerca de las parábolas de Cristo, fue la explicación de cierto predicador acerca de la parábola del trigo y la cizaña. Primero leamos esta parábola:

“Les refirió otra parábola, diciendo: “El Reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. Cuando broto la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña. Fueron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿Cómo, pues, tiene cizaña?”. Él les dijo: “Un enemigo ha hecho esto”. Y los siervos le dijeron: “¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?”. Él les dijo: “No, no sea que al arrancar la cizaña arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega, y al tiempo de la siega, yo diré a los segadores: ‘Recoged primero la cizaña y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero’ ” (Mateo 13:24-30).

Ahora, ésta es la explicación de un cierto predicador:

“Es un hecho que cuando el trigo y la cizaña brotan, son totalmente idénticos. Nadie puede decir si es trigo o cizaña. Esto es igual al mundo hoy en día o aún dentro de la iglesia. Nadie puede decir quienes son los verdaderos cristianos y quienes los inconversos. No se pueden identificar por el estilo de vida que tienen, ya que muchos cristianos no obedecen a Cristo, igual que lo hacen los no creyentes. Solamente Dios conoce sus corazones y Él los seleccionará cuando llegue el final”.

¡Por supuesto que este no es el punto principal de la parábola del trigo y la cizaña! En realidad, esto enseña que los creyentes si son verdaderamente muy distinguibles de los no creyentes. Nótese que los siervos se dieron cuenta de que la cizaña había sido plantada cuando brotó la hierba (ver verso 26). La cizaña no lleva ningún fruto, y es por esto que la cizaña se puede identificar tan fácilmente. Yo pienso que esto puede significar que Jesús escogió la cizaña sin fruto para representar al malvado que será apartado al final y será arrojado al infierno.

Los puntos principales de esta parábola pueden ser estos: el verdadero creyente salvo lleva fruto; el que no es salvo y no cree no lleva fruto. Aunque todavía Dios no está juzgando a los malvados que están viviendo junto con los salvos, algún día, Él los separará de los justos y serán arrojados al infierno.

De hecho, Jesús dio una explicación de esta parábola en particular, así que no hay necesidad de que ningún predicador busque otro significado más allá de lo que Él explicó:

“El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre. El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino, y la cizaña son los hijos del malo. El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles. De manera que, así como se arranca la cizaña y se quema en el fuego, así será en el fin de este mundo. Enviará el Hijo del hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo y a los que hacen maldad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga”. (Mateo 13:37-43).

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Capítulo Siete – Interpretación Bíblica » Llevando fruto

La Consistencia de la Escritura

(Scripture's Consistency)

Debido a que la Biblia es inspirada por sólo una Persona, su mensaje es consistente de principio a fin. Es por esto que podemos confiar en el contexto para ayudarnos a interpretar el verdadero significado dado por Dios en cualquiera de sus pasajes. Dios no diría algo en un verso, para después contradecirse en otro verso, y si así pareciera, necesitamos seguir estudiando hasta que nuestra interpretación de ambos versos armonice. Por ejemplo, en muchos lugares del Sermón del Monte de Jesús, al principio pareciera que Él estaba contradiciendo y aún corrigiendo una ley moral del Antiguo Testamento:

“habéis oído que fue dicho a los antiguos: ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo: No resistías al malo. Más bien, a cualquiera que te golpea en la mejilla derecha, vuélvele también la otra” (Mateo 5: 38-39).

Jesús citó directamente una ley mosaica y después hizo una declaración que parecía contradecir esta misma ley. ¿Cómo interpretaríamos lo que Él dijo? ¿Ha cambiado Dios su forma de pensar en un asunto básico de moral? ¿Estaba Él aceptando la venganza como conducta aceptable a la luz del Antiguo Pacto, pero no en el Nuevo? El contexto es lo que nos va a ayudar.

Jesús estaba hablando primeramente a sus discípulos (ver Mateo 5:1-2), gente que solamente había sido expuesta a la Palabra de Dios por los escribas y fariseos que enseñaban en sus sinagogas. Allí ellos habían escuchado la frase, “ojo por ojo, y diente por diente”, un mandamiento el cual los escribas y fariseos habían mal interpretado por ignorar su contexto. No era la intención de Dios con este mandamiento decir que era un requisito para su gente el tomar venganza personal todo el tiempo por las cosas erróneas que les hacían. De hecho, Él dijo en la ley mosaica que la venganza era suya (ver Deuteronomio 32:35), y que su gente debería de hacer el bien a sus enemigos (ver Éxodo 23:4-5), pero los escribas y los fariseos ignoraron estos mandamientos e inventaron su propia interpretación acerca de la ley de “ojo por ojo”, lo que les daba el derecho conveniente para la venganza personal.[1] Ellos ignoraron el contexto.

El mandamiento de Dios acerca de “ojo por ojo y diente por diente” se encuentra dentro del contexto de sus mandamientos que señalaron los actos de justicia cumplida en las cortes de Israel (Ver Éxodo 21:22- 24; Deuteronomio 19: 15-21). El proveer para la existencia de un sistema legal es en sí mismo una revelación de la desaprobación de Dios acerca de la venganza personal. Los jueces imparciales que examinan la evidencia son mucho más capaces de administrar la justicia que los individuos ofendidos y parcializados. Dios espera que las cortes y los jueces apliquen justamente los castigos según el tipo de crimen. O sea, la ley, “ojo por ojo y diente por diente”.

Esta explicación nos permite encontrar armonía en lo que al principio parecía contradictorio. Jesús estaba simplemente ayudando a su audiencia; gente que había sido enseñada bajo una falsa doctrina toda su vida, a entender la verdad de Dios sobre la idea de la venganza personal, algo que ya se había aclarado en la ley de Moisés, pero que fue mal interpretada por los fariseos. Jesús no estaba contradiciendo la ley que le había dado a Moisés. Él sólo estaba revelando su significado y la intención original.

Esto también nos ayuda a entender correctamente lo que Jesús espera de nosotros cuando nos vemos involucrados en grandes disputas, la clase de disputas que nos pueden llevar a la corte. Dios no esperaba que los israelitas pasaran por alto cualquier ofensa sufrida de parte de otros israelitas, de otra forma, Él no hubiera establecido la corte como sistema. Asimismo, Dios no espera que los cristianos pasen por alto las ofensas de otros cristianos (o no cristianos). El Nuevo Testamento señala que para la reconciliación de disputas entre cristianos se debe usar la ayuda e intervención de otros creyentes (ver 1 Corintios 6:1-6). Y no hay nada de malo cuando un cristiano lleva a un no creyente a la corte secular en lo referente a las disputas de mayor grado. Una disputa u ofensa mayor sería algo como que alguien te dejara con el ¡ojo morado y los dientes quebrados! Las ofensas menores son la clase de cosas de las que Jesús habló, como el ser abofeteado en la mejilla, o ser demandado por algo pequeño (como tu camisa), o ser forzado a seguir una milla más. Dios quiere que su gente le imite y así muestre una extraordinaria gracia a los pecadores irreflexivos y a la gente malvada.

En esta misma línea, han existido algunos creyentes con buenas intenciones que piensan que están obedeciendo a Jesús al resistirse a imponer cargos legales en contra de aquellos ladrones que les han robado algo. Pensaron que estaban “poniendo la otra mejilla”, cuando en realidad les estaban permitiendo a estos ladrones la oportunidad de robar otra vez, enseñándoles que no hay consecuencias por su crimen. Este tipo de cristianos no está caminando en amor hacia otros, a quienes ¡los mismos ladrones les pueden robar! Dios quiere que a los ladrones se les haga justicia y que se arrepientan. Pero cuando alguien te ofende en un modo menor, como abofeteando tu mejilla, no lo lleves a la corte ni lo abofetees. Muéstrale amor y misericordia.


[1] También se debería notar que Jesús había dicho antes en su sermón que a menos que la justicia de su audiencia sobrepasara la de los escribas y los fariseos, ellos no entrarían al cielo (ver Mateo 5:20). Jesús después continuó revelando un número de enseñanzas específicas en las que los fariseos y escribas estaban fallando.

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Las Parábolas de Cristo

(Christ's Parables)

Las parábolas de Jesús son símiles, los cuales son iguales a las metáforas, pero los símiles siempre incluyen las palabras como, parecido o así. Enseñan lecciones espirituales al comparar similitudes entre dos cosas que esencialmente son diferentes. Éste es un punto importante para recordar cuando interpretamos estas figuras; de otra forma podríamos caer en el error de buscar el significado de cada pequeño detalle de la parábola. Las metáforas y los símiles siempre alcanzan un punto donde las semejanzas terminan y las diferencias comienzan. Por ejemplo, si yo le digo a mi esposa, “Tus ojos son como el mar” yo quiero decir que sus ojos son azules, profundos y atractivos. No quiero decir que los peces nadan dentro de ellos, o que las aves aterrizan sobre ellos, o que se congelan cuando hay hielo durante el frío invierno.

Vamos a considerar tres de las parábolas de Jesús, todas son símiles, la primera será la parábola de la red:

“Asimismo el Reino de los Cielos es semejante a una red que, echada al mar, recoge toda clase de peces. Cuando está llena la sacan a la orilla, se sientan y recogen lo bueno en cestas y echan fuera lo malo. Así será el fin del mundo: saldrán los ángeles y apartarán a los malos de entre los justos, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mateo 13:47-50).

¿Son el Reino de los Cielos y una red básicamente lo mismo? ¡Absolutamente no! Estos son muy, muy diferentes, pero hay algunas pocas similitudes. Así como los peces son separados en dos categorías, los deseables y los indeseables, cuando éstos se sacan de la red, así también será en el Reino de los Cielos. Un día, los perversos y los justos, que actualmente viven juntos, serán separados. Pero aquí es donde las similitudes terminan. Los peces nadan, las personas caminan. Los pescadores separan los peces. Los ángeles separarán los hombres malvados de los justos. Los pescados son juzgados por lo bien que saben después de ser cocinados. La gente es juzgada por su obediencia o desobediencia a Dios. Los buenos peces son puestos dentro de contenedores y los peces malos son arrojados fuera. La gente justa heredará el Reino de Dios y la gente mala será arrojada al infierno.

Esta parábola es un perfecto ejemplo de cómo cada metáfora y cada símil son esencialmente una comparación imperfecta, porque las cosas que se comparan son básicamente diferentes. Nosotros no queremos ir más allá de la intención del orador asumiendo que las diferencias son de hecho similitudes. Por ejemplo, todos nosotros sabemos que el “buen pescado” realmente termina cocinado en el fuego, y el “pescado malo” se va de vuelta al agua para nadar un día más. Jesús no mencionó eso, pues hubiera ido en contra de su propósito.

Esta parábola en particular no enseña (a pesar de lo que todos dicen) una estrategia para un “evangelismo con la red”, donde tratamos de atraer a todos a la iglesia, buenos y malos, sin importar si ellos quieren venir o no. Esta parábola no enseña que la playa es el mejor lugar para evangelizar. Esta parábola no prueba que el rapto de la iglesia ocurre al final del periodo de la tribulación. Esta parábola no enseña que nuestra salvación es puramente por la elección de la soberanía de Dios, porque los peces escogidos en la parábola no tienen nada que ver con la razón de su elección. ¡No se esfuerce en dar un significado no garantizado a las parábolas de Jesús!

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Capítulo Siete – Interpretación Bíblica » Las Parábolas de Cristo

Interpretación Bíblica

(Biblical Interpretation)

Pablo le escribió a Timoteo:

“ten cuidado de ti mismo y de la enseñanza; persiste en ello, pues haciendo esto te salvarás a ti mismo y a los que te escuchen” (1 Timoteo 4:16, énfasis agregado).

Cada ministro debe llevar esta amonestación en su corazón, teniendo cuidado, primero que todo, de sí mismo, asegurándose que él está dando un ejemplo de santidad a los demás.

Segundo, debe poner una atención especial a la enseñanza (doctrina) que él imparte, porque su salvación eterna y la salvación eterna de todos aquellos que le escuchan dependen de lo que él enseña, así como Pablo lo escribió en el versículo anterior.[1] Si un ministro posee una falsa doctrina o se opone a enseñar la verdad a la gente, el resultado puede ser eternamente desastroso para él y para los otros.

Sin embargo, no hay excusa para que el ministro formador de discípulos enseñe una falsa doctrina, pues Dios le ha dado el Espíritu Santo y su Palabra para que lo guíen a la verdad. En contraste a esto, los ministros con motivos erróneos, con frecuencia repiten como loros las enseñanzas populares de otros, sin estudiar la Palabra por ellos mismos, volviéndose propensos a errar en su enseñanza y doctrina. La defensa en contra de esto para el ministro es la purificación de su corazón, asegurándose que todos sus motivos son (1) complacer a Dios y (2) ayudar a las personas a estar preparadas para estar ante el juicio de Jesús, en vez de solamente buscar sus propias riquezas, poder o popularidad. Además, debe estudiar diligentemente la Palabra de Dios para que así tenga un entendimiento profundo y balanceado de la Escritura. Pablo también le escribe a Timoteo:

“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de que avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2Timoteo 2:15).

Leer, meditar y estudiar la Palabra de Dios, debería ser una disciplina que cada ministro practique continuamente. En tanto el ministro estudie diligentemente la Palabra, el Espíritu Santo le ayudará a tener un mejor entendimiento de ésta, asegurándose de que usará “bien la palabra de verdad”. Uno de los problemas más grandes en la iglesia de hoy es que los ministros interpretan mal la Palabra de Dios y, consecuentemente, la enseñan mal a la gente que les escucha. Esto puede ser muy serio. Al respecto, Santiago advirtió,

“Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación” (Santiago 3:1).

Por esta razón, es necesario que el ministro formador de discípulos conozca cómo interpretar correctamente la Palabra de Dios, con la meta de entender y comunicar adecuadamente la intención original de cada texto.

La forma de interpretar correctamente la palabra de Dios es igual a la manera de interpretar las palabras de cualquier persona. Si queremos entender apropiadamente el correcto significado de cualquier autor o predicador, tenemos que aplicar ciertas reglas de interpretación, reglas que están basadas en el sentido común. En este capítulo, vamos a considerar las tres reglas más importantes para una correcta interpretación de la Biblia. Ellas son, (1) leer inteligentemente, (2) leer contextualmente, y (3) leer honestamente.


[1] Indiscutiblemente, Pablo no creía en la seguridad eterna incondicional, de ser así, no le hubiera dicho a Timoteo, que era una persona salva, que debía hacer algo para mantener la seguridad de su salvación.

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Interpretando el Antiguo a la Luz del Nuevo

(Interpreting the Old in Light of the New)

No solamente deberíamos interpretar el Nuevo Testamento a la luz del Antiguo Testamento, también debemos de interpretar el Antiguo Testamento a la luz del Nuevo Testamento. Por ejemplo, algunos cristianos sinceros han leído la dieta alimenticia de la ley de Moisés y han concluido que los cristianos deben seguir su dieta de acuerdo a estas leyes. Sin embargo, si ellos leyeran solamente dos pasajes del Nuevo Testamento, ellos descubrirían que la dieta de la ley de Moisés no se puede aplicar a los que estamos bajo el Nuevo Pacto:

“Y (Jesús) les dijo: ¿Así que también vosotros carecéis de entendimiento? ¿No comprendéis que nada de lo que entra en el hombre desde fuera le puede contaminar? Porque no entra en su corazón, sino en su estómago, y sale a la letrina” (Por esto Él declara que todas las comidas son aceptables) (Marcos 7:18-19).

“Pero el espíritu dice claramente que en los últimos tiempos algunos se apartarán de la fe, prestando atención a espíritus engañosos y a doctrinas de demonios. Con hipocresía hablarán mentira, teniendo cauterizada la conciencia. Prohibirán casarse y mandarán abstenerse de los alimentos que Dios creó para que, con acción de gracias, participasen de ellos los que creen y han conocido la verdad. Porque todo lo que Dios ha creado es bueno, y no hay que rechazar nada cuando es recibido con acción de gracias; pues es santificado por medio de la palabra de Dios y de la oración” (1 Timoteo 4:1-5).

Bajo el Nuevo Pacto, no estamos sujetos a la ley de Moisés sino a la ley de Cristo (ver 1 Corintios 9:20-21). Aunque Jesús ciertamente transfirió los aspectos morales de la ley mosaica (por esto son incorporados en la ley de Cristo), ni Él ni sus apóstoles enseñaron que los cristianos están obligados a mantener las dietas alimenticias de la ley de Moisés.

Sin embargo, está claro que los primeros cristianos, todos judíos convertidos, continuaban manteniendo el viejo pacto y las leyes de su dieta debido a sus convicciones culturales (ver Hechos 10:9-14). Y conforme los gentiles empezaron a creer en Jesús, los primeros judíos cristianos les dijeron que tenían que seguir las leyes mosaicas en cuanto a su alimentación, debido a que podían ofender a otros judíos vecinos (Ver Hechos 15:1-21). Por esto, no hay nada de malo en que los cristianos mantengan las dietas de la ley de Moisés, en tanto no pongan la confianza de su salvación en esas leyes.

Algunos de los primeros cristianos fueron también persuadidos de que era malo el comer cosas que habían sido sacrificadas a los ídolos. Pablo instruyó a los creyentes que pensaban diferente (el cual era su caso), a caminar en amor hacia los hermanos de una “débil fe” (ver Romanos 14:1), a que no hicieran nada que pudiera violar sus conciencias. Si una persona se abstiene de comer alguna cosa debido a su convicción ante Dios (aun si estas convicciones no tienen base), esta persona debe ser alabada por su devoción, y no condenada por su mala interpretación. De la misma manera, aquellos que se abstienen de ciertas comidas debido a su convicción personal, no tienen por qué juzgar a los que no se abstienen. Ambos tipos de creyentes deben caminar en amor unos con otros, pues esto es lo que Dios ha ordenado (ver Romanos 14:1-23).

En cualquier caso, debido a que la Biblia es una revelación progresiva, siempre debemos interpretar las revelaciones antiguas (el Antiguo Testamento) a través de la luz de las nuevas revelaciones (el Nuevo Testamento). Ninguna de las revelaciones que Dios nos ha dado es contradictoria; siempre es complementaria.

Hipérbole

(Hyperbole)

Una segunda figura común del lenguaje que se encuentra dentro de la Biblia es la hipérbole. La hipérbole es una exageración premeditada hecha con el fin de enfatizar algo. Cuando una madre le dice a su hijo, “te llamé como mil veces para que vinieras a cenar a la casa”, ésta es una hipérbole. Un ejemplo de una hipérbole en la Biblia se encuentra en la declaración de Jesús acerca de cortarse la mano derecha:

“Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala y échala de ti, pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno” (Mateo 5:30).

¿Está Jesús diciendo literalmente que aquel que peca usando la mano derecha de alguna forma, debe cortarse esa mano, y así todos viviríamos sin nuestra mano derecha? Por supuesto que el problema con el pecado no se encuentra en nuestras manos realmente. Más bien, Jesús con esto nos estaba enseñando que el pecado puede enviarnos al infierno, y la forma de evitar el pecado es el estar consciente de las tentaciones y de todo lo que nos hace flaquear.

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Capítulo Siete – Interpretación Bíblica » Hipérbole

El Fiasco de Galacia

(The Galatian Fiasco)

Análogamente, las palabras de Pablo en su carta a los gálatas han sido interpretadas fuera de su contexto. El resultado ha sido una distorsión del evangelio, exactamente lo que Pablo esperaba corregir en su carta a los Gálatas.

Todo el tema de la carta de Pablo a los Gálatas es “La salvación por medio de la fe, y no por las obras de la ley”. Pero, ¿fue la intención de Pablo el hacer pensar a sus lectores que la santidad no era necesaria para entrar al Reino de Dios? Ciertamente no.

Primero, notemos que Pablo una vez más, estaba combatiendo a los judíos que habían llegado a Galacia a enseñarle a los nuevos convertidos que ellos no podían ser salvos a menos que fueran circuncidados y guardaran la ley de Moisés. Pablo menciona el acto particular de la circuncisión repetidamente en su carta, pues parecía que éste era el énfasis primordial de los judíos legalistas (ver Gálatas 2:3, 7-9, 12; 5:2-3, 6, 11; 6:12-13, 15). Pablo no se preocupaba porque los creyentes de Galacia fueran muy obedientes a los mandamientos de Cristo (que de hecho lo eran); le preocupaba que no pusieran su fe en Cristo para su salvación, al poner en primer lugar la circuncisión y sus propios y débiles esfuerzos por mantener la ley de Moisés.

Al considerar todo el contexto de la carta de Pablo a los Gálatas, notamos que él escribe en el capítulo 5:

“pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. Manifiestas son las obras de la carne que son: adulterio, fornicación , inmundicia, lujuria, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, divisiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a éstas. En cuanto a esto, os advierto, como ya os he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el Reino de Dios” (Gálatas 5: 18-21, énfasis agregado).

Si Pablo hubiera querido decir a los Gálatas que podían ser salvos sin guardar la santidad y así ganar el cielo, entonces no hubiera escrito tales palabras. Su mensaje no decía que la gente sin santidad ganaría el cielo, sino que aquellos que anulaban la gracia de Dios y el sacrificio de Cristo por tratar de alcanzar la salvación por medio de la circuncisión y la ley Mosaica, no podían ser salvos. La circuncisión no trae salvación. Es la fe en Jesús lo que da como resultado la salvación que cambia a los creyentes en nuevas creaciones santificadas:

“Porque ni la circuncisión ni la incircuncisión valen nada, sino la nueva criatura” (Gálatas 6:15).

Todo esto, de nuevo, nos muestra lo vital que es el considerar el contexto cuando se está interpretando la Escritura.

La única forma en que el evangelio puede ser distorsionado por medio de la Palabra de Dios es ignorando el contexto. Nos cuestionamos acerca del corazón de aquellos “ministros” que hacen esto deliberadamente y con descaro.

Por ejemplo, una vez escuché a un predicador declarar que nunca deberíamos de mencionar la ira de Dios cuando predicamos el evangelio, porque la Biblia dice que “la bondad de Dios te guía al arrepentimiento” (Romanos 2:4). Por esto, de acuerdo a este predicador, la forma apropiada de proclamar el evangelio era hablando solamente de la bondad y el amor de Dios. Y se supone que así se llevaría a la gente al arrepentimiento.

Pero cuando leemos el contexto de este solitario verso, el cual este predicador leyó del segundo capítulo de Romanos, descubrimos que se halla rodeado de escrituras acerca de ¡la ira santa y el juicio de Dios! El contexto inmediato revela que no existía ninguna posibilidad de que Pablo estuviera dando a entender lo que este predicador hablaba:

“Pero sabemos que el juicio de Dios contra los que practican tales cosas es según la verdad. Oh, hombres que juzgas a los que practican tales cosas y haces lo mismo ¿Supones que escaparás del juicio de Dios? ¿O menospreciarás las riquezas de su bondad, paciencia y magnanimidad, ignorando que la bondad de Dios te guía al arrepentimiento? Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, acumulas sobre ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios. Él recompensará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que por su perseverancia en la buenas obras buscan gloria, honra e incorrupción; pero enojo e ira a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; tribulación y angustia sobre toda persona que hace lo malo, al judío primero y también al griego” (Romanos 2:2-9, énfasis agregado).

La referencia a la bondad de Dios que nos habla Pablo es aquella bondad que Dios muestra ¡al retardar su ira! Y uno se pregunta cómo un ministro puede hacer una declaración tan absurda a la luz de lo que dice la Escritura, la cual está llena de ejemplos de predicadores que públicamente llamaron a los pecadores al arrepentimiento.

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Capítulo Siete – Interpretación Bíblica » El Fiasco de Galacia

El Contexto Cultural e Histórico

(Cultural and Historical Context)

Cuando sea posible, nosotros debemos considerar también el contexto histórico y cultural de los pasajes de la Biblia que estemos estudiando. El conocer algo acerca de los aspectos únicos de la cultura, geografía e historia de un escenario bíblico con frecuencia nos ayuda a profundizar en cosas que de otro modo no entenderíamos. Por supuesto que esto requiere ayuda de otros libros además de la Biblia. Una buena Biblia de estudio usualmente contiene ayuda en esta área.

Aquí hay algunos pocos ejemplos de cómo la información cultural e histórica nos ayuda a evitar la confusión cuando leemos la Biblia:

1. Algunas veces leemos en la Escritura acerca de gente que subía a la azotea (ver Hechos 10:9) o que destapaba el techo (ver Marcos 2:4). Nos ayuda saber que los techos en Israel eran generalmente planos en los días de la Biblia y que las casas tenían escaleras que subían hasta la azotea. Si no supiéramos esto, nos imaginaríamos a un personaje bíblico ¡tratando de escalar por el techo hasta la chimenea!

2. Leemos en Marcos 11:12-14 que Jesús maldijo a una higuera porque no tenía higos aun sabiendo que “No era temporada para higos”. Nos ayuda saber que las higueras usualmente tienen algunos frutos en ellas aunque no sea tiempo de frutos, así que Jesús no estaba equivocado al esperar encontrar algunos higos.

3. Leemos en Lucas 7:37-48 acerca de una mujer que entró a la casa de un fariseo donde se encontraba Jesús cenando. La Escritura dice que esta mujer estaba detrás de Jesús llorando. Ella empezó a mojar los pies de Jesús con sus lágrimas, limpiándolos con su cabello, besándolos y ungiéndolos con perfume. Y nos preguntamos como pudo esta mujer hacer tantas cosas si Jesús estaba sentado en una mesa cenando. ¿Se metió ella debajo de la mesa? ¿Cómo pudo pasar a través de los pies de las demás personas que cenaban?

La respuesta la encontramos en la declaración de Lucas que dice que Jesús estaba “recostado a la mesa” (Lucas 7:37). La forma que se acostumbraba a comer en aquellos días era el recostarse a un lado del piso alrededor de una mesa de baja altura, manteniéndose apoyado con un brazo, y alimentándose con el otro brazo y mano. En esta postura Jesús estaba con los pies libres para que la mujer lo adorara.

Esto también nos ayuda a entender cómo Juan pudo recostar su cabeza al pecho de Jesús en la Última Cena para hacerle una pregunta. Juan estaba recostado a su lado con su espalda frente a Jesús, y él simplemente recostó su espalda hacia Jesús para hacerle una pregunta discretamente (ver Juan 13:23-25).

La pintura famosa de la Última Cena de DaVinci, la cual muestra a Jesús sentado a la mesa con seis de sus discípulos a cada lado, revela la ignorancia bíblica del pintor. ¡Él necesitaba entender el contexto histórico!

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Capítulo Siete – Interpretación Bíblica » El Contexto Cultural e Histórico

El Antropomorfismo

(Anthropomorphism)

Una tercera figura del lenguaje que encontramos dentro de las Escrituras es el antropomorfismo. El antropomorfismo es una expresión metafórica donde los atributos de los humanos se le confieren a Dios con el fin de entenderlo. Por ejemplo, podemos leer en Génesis 11:5:

“Jehová descendió para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de los hombres” (Génesis 11:5).

Éste es probablemente un antropomorfismo, porque parece extraño que Dios, que lo conoce todo, literalmente hiciera un viaje desde el cielo hasta la torre de Babel para investigar lo que la gente estaba construyendo.

Muchas escuelas bíblicas consideran que cada declaración bíblica que describe las partes del cuerpo de Dios, como sus brazos, manos, nariz, ojos y cabello, son un antropomorfismo. Con seguridad, afirman ellos, que el Dios todo poderoso no posee estas partes como sí las tienen los humanos.

Sin embargo, yo no estaría de acuerdo con esto, por muchas razones. Primero, porque la Escritura nos enseña plenamente que nosotros hemos sido creados a la imagen y semejanza de Dios:

“Entonces dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza“, (Génesis 1:26, énfasis agregado).

Algunos pueden decir que fuimos creados a la imagen y semejanza de Dios solamente en el sentido de que nosotros poseemos capacidad para razonar, responsabilidad moral, conciencia de nosotros mismos y demás. Sin embargo, leamos una declaración que es muy similar a la encontrada en Génesis 1:26, la cual está tan sólo unos capítulos después:

“Vivió Adán ciento treinta años y engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen, y le puso por nombre Set” (Génesis 5:3, énfasis agregado).

Esto con seguridad quiere decir que Set era similar en apariencia física a su padre. Y si esto es el significado de Génesis 5:3, ciertamente esta expresión equivalente en Génesis 1:26, significa lo mismo. El sentido común y la interpretación sensata nos aseguran que esto es así.

Más adelante, tenemos algunas descripciones de Dios dadas por autores bíblicos que le vieron. Por ejemplo Moisés, junto con otros setenta y tres israelitas, vio a Dios:

“Subieron Moisés y Aarón, Nadab y Abiú, junto con setenta de los ancianos de Israel, y vieron al Dios de Israel. Debajo de sus pies había como un enbaldosado de zafiro, semejante al cielo cuando está sereno. Pero no extendió su mano contra los príncipes de los hijos de Israel: ellos vieron a Dios, comieron y bebieron” (Éxodo 24:9-11, énfasis agregado).

Si tú le preguntaras a Moisés si Dios tenía manos y pies, ¿qué hubiera respondido Moisés?[1] El profeta Daniel también tuvo una visión de Dios el Padre y Dios el Hijo:

“Estuve mirando hasta que fueron puestos unos tronos y se sentó un Anciano de días. Su vestido era blanco como la nieve; el pelo de su cabeza, como lana limpia; su trono, llama de fuego, y fuego ardiente las ruedas del mismo. Un río de fuego procedía y salía de delante de Él; miles de miles lo servían, y millones de millones estaban delante de Él. El juez se sentó y los libros fueron abiertos…. Miraba yo en la visión de la noche, y vi que con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre; vino hasta el Anciano de días, y lo hicieron acercarse delante de Él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas lo sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará; y su reino es uno que nunca será destruido” (Daniel 7:9-10, 13-14).

Si tú le hubieras preguntado a Daniel si Dios tenía pelo blanco y si la forma de su cuerpo era tal que Él podía sentarse en un trono, ¿Qué hubiera respondido Daniel?

Considerado lo anterior, estoy convencido que Dios el Padre tiene una forma gloriosa que es de algún modo similar a la forma del ser humano, aunque Él no está hecho de carne y sangre, sino de espíritu (ver Juan 4:24).

¿Cómo podrías tú discernir cuáles porciones de la Escritura se pueden interpretar literalmente y cuáles se deben interpretar figurativa o simbólicamente? Esto sería muy fácil para cualquier persona que pueda razonar lógicamente. Interpreta todo literalmente e interpreta figurativa o simbólicamente, sólo si no existe otra alternativa inteligente. Los profetas del Antiguo Testamento y el libro de Apocalipsis, por ejemplo, están claramente llenos de simbolismos, algunos de los cuales son explicados, pero algunos otros no. Pero los simbolismos no son difíciles de identificar.


[1] Moisés una vez también vio la espalda de Dios “Cuando Él pasaba”. Dios puso su mano de tal forma que Moisés no pudiera ver su rostro; ver Éxodo 33:18-23.

 

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Capítulo Siete – Interpretación Bíblica » El Antropomorfismo