Una Sorpresa en la Escritura

(A Surprise from Scripture)

Todo esto me lleva a otra pregunta: ¿Espera Dios de nosotros que perdonemos a cada persona que peca contra nosotros, aun a aquellos que no se humillan, no admiten sus pecados y no piden perdón?

Cuando estudiamos la Escritura detenidamente, descubrimos que la respuesta es “no”. Aunque esto sorprende a muchos cristianos, la Escritura claramente lo dice, aunque se nos ordena amar a todas las personas, no se nos ordena perdonar a todos.

Por ejemplo, ¿espera Cristo simplemente que perdonemos a un creyente que peca contra nosotros? No. De otra forma Cristo no nos hubiera hablado acerca de los pasos a seguir para reconciliarse con un hermano u hermana en Mateo 18:15-17, pasos que terminan teniendo por gentil y publicado al hermano que no se arrepiente:

“Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndelo estando tú y él solos; si te oye, has ganado a tu hermano. Pero si no te oye, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oye a ellos, dilo a la iglesia; y si no oye a la iglesia, tenlo por gentil y publicano”.

Obviamente, si el cuarto paso es tenerlo por gentil, es porque el ofensor no se ha ganado el perdón, ya que el perdonar y la reprobación del hermano son acciones incompatibles. Puede ser algo extraño el escuchar a alguien decir “le hemos perdonado pero le hemos expulsado”, porque el resultado de perdonar a alguien es la reconciliación y no la ruptura de relaciones. (¿Qué pensaría usted si Dios le dice que le perdona pero que desde ahora en adelante no quiere nada con usted?) Cristo nos dijo que tratáramos a la persona que no quería reconciliarse como gentil o publicano, dos clases de personas con las que los judíos no tenían ninguna relación y a las cuales aborrecían.

En los cuatro pasos que Cristo dijo anteriormente, el perdón no es válido después del primer, segundo o tercer paso a menos que el ofensor se arrepienta. Si no se arrepiente después de cualquiera de estos pasos, el ofensor es llevado al siguiente paso en donde se le tratará como gentil o como un ofensor que no se arrepintió. Solamente cuando el ofensor te escucha (y se arrepiente), se puede decir que has ganado a tu hermano (esto quiere decir que se han reconciliado).

El propósito de esta confrontación es que el perdón pueda otorgarse. Sin embargo, el perdón es válido cuando el ofensor se arrepiente. Así que (1) confrontamos al ofensor con la esperanza de que este (2) se arrepienta y así podamos (3) perdonarle.

Todo esto es para decir con seguridad que Dios no espera simplemente que perdonemos a un creyente que ha pecado en contra de nosotros y que no se ha arrepentido después de una confrontación. Por supuesto que esto no nos da el derecho de odiar a este creyente. Al contrario, lo confrontamos porque le amamos y queremos reconciliarnos y perdonarle.

Una vez que hemos hecho todo nuestro esfuerzo para la reconciliación por medio de los tres pasos que Dios nos dio, el cuarto paso termina con la relación entre el ofensor y el ofendido en obediencia a Cristo.[1] De la misma forma en que no debemos tener ninguna relación con los llamados cristianos que son adúlteros, borrachos, homosexuales y demás (ver 1 Corintios 5:11), no debemos tener ninguna relación o comunión con los llamados cristianos que se rehúsan a arrepentirse, con el consenso del cuerpo de la iglesia. Este tipo de gente prueba que no son verdaderos seguidores de Cristo, y traen oprobio a la iglesia.


[1] Por supuesto que si la persona que se ha ido de la iglesia se arrepiente y vuelve, Jesús espera que se le reciba con perdón.