Joacaz, rey de Judá
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El pueblo de Judá tomó a Joacaz hijo de Josías y lo hizo rey en Jerusalén, en lugar de su papá. Joacaz tenía veintitrés años cuando comenzó a reinar, y gobernó durante tres meses en Jerusalén. El rey de Egipto lo destronó en Jerusalén e impuso a Judá un tributo de tres mil trescientos kilos* tres mil trescientos kilos Textualmente cien talentos. Ver tabla de pesas y medidas. de plata y treinta y tres kilos de oro. Luego nombró a Eliaquín, hermano de Joacaz, como el rey de Judá y de Jerusalén y cambió su nombre a Joacim. A Joacaz lo hizo prisionero y se lo llevó a Egipto.
Joacim, rey de Judá
Joacim tenía veinticinco años cuando comenzó su reinado, y gobernó durante once años en Jerusalén, pero hizo lo malo ante el SEÑOR su Dios. Debido a eso, Nabucodonosor, rey de Babilonia, lo atacó y lo llevó prisionero con cadenas de bronce hasta Babilonia. Nabucodonosor se llevó a Babilonia parte de los objetos del templo del SEÑOR y los puso en su templo de Babilonia.
El resto de los hechos de Joaquín y las cosas horribles que hizo y cómo Dios lo juzgó cómo Dios lo juzgó Textualmente lo que se encontró en su contra. están escritos en Las crónicas de los reyes de Israel y de Judá. Su hijo Joaquín reinó en su lugar.
Joaquín, rey de Judá
Joaquín tenía dieciocho años cuando comenzó a reinar, y gobernó por tres meses y diez días en Jerusalén. Hizo lo que no le agradaba al SEÑOR. 10 A la vuelta de un año, el rey Nabucodonosor ordenó que lo llevaran a Babilonia junto con los objetos más valiosos del templo del SEÑOR y nombró a su hermano Sedequías rey de Judá y Jerusalén.
Sedequías, rey de Judá
11 Sedequías tenía veintiún años cuando comenzó a reinar, y gobernó once años en Jerusalén. 12 Hizo lo malo ante el SEÑOR su Dios. No se humilló ante el profeta Jeremías cuando le hablaba de parte del SEÑOR.
Destrucción de Jerusalén
13 Sedequías llegó incluso a rebelarse contra el rey Nabucodonosor, aunque él lo había hecho jurar por Dios que le sería leal. Se puso muy terco, endureció su corazón y no quiso volver al SEÑOR, Dios de Israel.
14 También todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo aumentaron su infidelidad, pues cometieron los mismos pecados horribles de las naciones vecinas y contaminaron el templo del SEÑOR que él había consagrado en Jerusalén. 15 El SEÑOR Dios de sus antepasados les mandaba constantemente advertencias a través de sus mensajeros porque tenía compasión de su pueblo y del lugar donde él moraba, 16 pero ellos se burlaban de los mensajeros de Dios, despreciaron sus mensajes y se burlaron de sus profetas, hasta que finalmente el SEÑOR descargó su ira contra su pueblo y ya no hubo remedio.
17 Entonces Dios lanzó contra ellos al rey de los babilonios, quien mató a espada a sus jóvenes en el propio templo. No tuvo compasión de los jóvenes ni de las muchachas ni de los ancianos ni de los enfermos. Dios los entregó a todos en sus manos. 18 Nabucodonosor se llevó todos los objetos del templo de Dios, grandes y pequeños, los tesoros del templo del SEÑOR, los tesoros del palacio real y de sus oficiales; todo se llevó a Babilonia. 19 Ordenó incendiar el templo de Dios, derribó la muralla de Jerusalén y prendió fuego a todos los palacios y destruyó todo lo que fuera de valor. 20 Nabucodonosor deportó a Babilonia a los que se salvaron de la matanza y allí los convirtió en esclavos suyos y de sus hijos hasta que se fundó el imperio persa, 21 cumpliendo así la profecía del SEÑOR por medio de Jeremías. De esa manera la tierra disfrutó de descanso todo el tiempo que estuvo en ruinas, hasta que se completaron setenta años.
22 El primer año del reinado de Ciro, rey de Persia, el SEÑOR inquietó el espíritu de Ciro para que se cumpliera la profecía del SEÑOR, comunicada por intermedio de Jeremías. Ciro lo hizo circular por escrito e hizo también que lo leyeran en todas partes de su reino. El decreto era este:
23 «Ciro, rey de Persia, decreta lo siguiente:
»El SEÑOR, Dios del cielo, me dio todos los reinos de la tierra y me ha encargado que le construya un templo en Jerusalén, que está en el territorio de Judá. Así que todo aquel que pertenezca al pueblo de Dios, que el SEÑOR su Dios lo acompañe y se vaya allá».