El Sexo en el Matrimonio

(Sex in Marriage)

Dios es el inventor del sexo, y obviamente el sexo fue creado tanto para el placer como para procrear. Sin embargo, la Biblia deja claro que las relaciones sexuales son para disfrutarse entre dos personas que deciden vivir juntas en un pacto matrimonial para toda la vida.

Las relaciones sexuales fuera del matrimonio se clasifican como adulterio o como fornicación. Pablo dijo que aquellos que practican estas cosas no son herederos del Reino de Dios (ver 1 Corintios 6:9-11). Aunque un cristiano se vea tentado y pueda adulterar o fornicar, se encuentra con un sentimiento de condenación en su espíritu que lo lleva al arrepentimiento.

Pablo también da algunas instrucciones concretas acerca de las responsabilidades sexuales del marido y su mujer:

“Sin embargo, por causa de las fornicaciones tenga cada uno su propia mujer, y tenga cada una su propio marido. El marido debe cumplir con su mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con su marido. La mujer no tiene dominio sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido dominio sobre su propio cuerpo, sino la mujer. No os neguéis el uno al otro, a no ser por un tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración. Luego volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia” (1 Corintios 7:2-5).

Este verso deja claro que el sexo no debe ser usado como una “recompensa” de parte del esposo o la esposa, porque ninguno tiene autoridad sobre su propio cuerpo.

Inclusive, el sexo es un regalo dado por Dios y no es pecado mientras se practique dentro del matrimonio. Pablo motiva a los matrimonios cristianos a tener relaciones sexuales. Más aún, encontramos este consejo para los esposos cristianos en el libro de los Proverbios:

“Sea bendito tu manantial y alégrate con la mujer de tu juventud, cierva amada, graciosa gacela. Que sus caricias te satisfagan en todo tiempo, y recréate siempre en su amor” (Proverbios 5:18-19).[1]

Si los matrimonios cristianos quieren satisfacerse mutuamente en sus relaciones sexuales, tanto los esposos como las esposas deben entender que existen muchas diferencias entre la naturaleza sexual del hombre y la de la mujer. Al hacer una comparación encontramos que la naturaleza sexual del hombre es más física, mientras que la de la mujer está conectada a sus emociones.

Los hombres se excitan sexualmente por estimulación visual (ver Mateo 5:28), mientras que las mujeres se excitan sexualmente por medio de las relaciones y por las caricias (ver 1 Corintios 7:1). Los hombres son atraídos por mujeres que se vean bien a sus ojos, mientras que la mujer tiende a sentirse atraída por razones más allá de la apariencia física. Por esto las esposas sabias lucen lo mejor que pueden para complacer a sus esposos todo el tiempo. Y por esto, los esposos sabios muestran su afecto a sus esposas todo el tiempo con abrazos, y con tiernos actos de amabilidad, en vez de esperar que sus esposas se exciten en un instante al final de la tarde.

El grado de deseo sexual de un hombre tiende a aumentar con la cantidad de semen que tenga su cuerpo, mientras que el deseo sexual de la mujer aumenta o disminuye dependiendo de su ciclo de menstrual. Los hombres tienen la capacidad de estar sexualmente excitados y experimentar el clímax sexual en unos cuantos segundos o minutos; a las mujeres esto les lleva más tiempo. Aunque normalmente el hombre se encuentra físicamente listo para el acto sexual en segundos, el cuerpo de la mujer no se encuentra listo en por lo menos media hora. Por esto los esposos sabios se toman su tiempo para acariciarlas, besarlas y estimularlas manualmente en esas partes del cuerpo que hacen que ella se sienta lista para el acto sexual. Si el hombre no sabe cuáles son esas partes del cuerpo de ella, debe preguntarle. Además, el hombre debe saber que aunque él es capaz de alcanzar solamente un clímax sexual, su esposa tiene la capacidad para un número mayor. El hombre debe procurar que a ella se le de lo que desea.

Es vital para los esposos y esposas cristianas el hablar de sus necesidades honestamente y el aprender sobre sus diferencias sexuales. Luego de un tiempo de comunicarse, descubrirse y practicar, las relaciones sexuales entre el hombre y la mujer pueden ser bendiciones en aumento.


[1] 1 Para más pruebas de que Dios no es mojigato, ver Cantares 7:1-9 y Levítico 18:1-23.