Un Segundo Error Común

(A Second Common Mistake)

Muchos cristianos intentan confiar en que las promesas de Dios se cumplan en sus vidas, sin cumplir las condiciones que acompañan a esas promesas. Por ejemplo, yo he escuchado algo que los cristianos dicen acerca del salmo 37: “La Biblia dice que Dios me dará los deseos de mi corazón. Y eso es lo que estoy creyendo”.

Sin embargo, la Biblia no dice solamente que Dios nos dará los deseos de nuestro corazón. Aquí está lo que verdaderamente dice:

“No te impacientes a causa de los malignos ni tengas envidia de los malhechores, porque como la hierba serán pronto cortados y como la hierba verde se secarán. Confía en Jehová y haz el bien; habitarás en la tierra y te apacentarás de la verdad. Deléitate asimismo en Jehová y Él te concederá las peticiones de tu corazón. Encomienda a Jehová tu camino, confía en Él y Él hará” (Salmos 37:1-5).

Muchas condiciones se deben cumplir si queremos creer que Dios nos va a conceder las peticiones de nuestro corazón. De hecho, encontré por lo menos ocho condiciones en estos versos. A menos que cumplamos con esas condiciones, no tendremos el derecho a recibir la promesa de bendición. Nuestra fe no tendría fundamento.

Los cristianos también suelen citar la promesa encontrada en Filipenses 4:19: “Dios suplirá todas mis necesidades de acuerdo a sus riquezas en gloria”. Sin embargo, ¿hay condiciones para esta promesa? Definitivamente, Sí.

Si examinamos el contexto de esta promesa, podrás descubrir que esta no es una promesa dada a todos los cristianos. Al contrario, es una promesa dada a los cristianos que son dadivosos. Pablo sabía que Dios suplía todas las necesidades de los cristianos filipenses porque ellos le habían enviado una ofrenda. Debido a que buscaban primero el Reino de Dios como Jesús lo ordenó, Dios iba a suplir todas sus necesidades, como Jesús lo prometió (ver Mateo 6:33). Muchas de las promesas en la Biblia, relacionadas con el hecho de que Dios suple todas nuestras necesidades materiales, están condicionadas a que nosotros mismos seamos dadivosos.

Realmente no tenemos derecho a pensar que podemos confiar en que Dios supla nuestras necesidades si no estamos obedeciendo sus mandamientos acerca del dinero. Bajo el antiguo pacto, Dios le dijo a la gente que eran malditos porque se guardaban sus diezmos, pero prometió bendición si ellos eran obedientes y daban sus diezmos y ofrendas (ver Malaquías 3:8-12).

Muchas de las bendiciones que Dios nos prometió en la Biblia son dadas por la obediencia a Él. Por lo tanto, antes de que creamos que Dios va a hacer algo por nosotros, debemos preguntarnos a nosotros mismos: “¿Estoy reuniendo todas las condiciones que acompañan a esta promesa?”