Sé Honesto, no Como los Escribas y Fariseos

(Be Honest, Unlike the Scribes and Pharisees)

El tercer ejemplo de Jesús acerca de la conducta injusta y la mala aplicación de la escritura por parte de los escribas y fariseos está relacionado con el mandamiento de Dios de enseñar la verdad. Los escribas y los fariseos habían desarrollado una forma muy creativa para mentir. Aprendemos en Mateo 23:16-22 que ellos no se consideraban en la obligación de mantener sus votos si habían jurado por el templo, el altar, o por el cielo. Sin embargo, Si juraban por el oro del templo, la ofrenda en el altar, o por Dios en el cielo, estaban obligados a guardar su voto, pero ¡ellos estaban obligados a guardar sus votos! Esto es equivalente a un adulto con la mentalidad de un niño que piensa que está exento de decir la verdad en tanto mantenga sus dedos cruzados detrás de su espalda. Jesús espera que sus discípulos digan la verdad.

“Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: “No jurarás en falso, sino cumplirás al Señor tus juramentos”. Pero yo os digo: No juréis de ninguna manera: ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la Tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello. Pero sea vuestro hablar: “Sí, si” o “No, no”, porque lo que es más de esto, de mal procede” (Mateo 5:33-37).

El mandamiento original de Dios acerca de hacer votos no dice nada relacionado con hacer dichos votos acompañados de un juramento sobre algo más. La intención de Dios era que su pueblo siempre hablara con la verdad, y así nunca habría necesidad de hacer juramentos.

No hay nada de malo al hacer un voto, porque un voto es similar a una promesa. De hecho, los votos para obedecer a Dios son muy buenos. La salvación comienza con un voto para seguir a Jesús. Pero cuando la gente tiene que jurar por algo para convencer a otros de que les crean, están admitiendo que normalmente mienten. La gente que siempre dice la verdad no necesita jurar. Algunas iglesias están llenas de mentirosos y los ministros a menudo son líderes de la falsedad y el engaño.

El ministro formador de discípulos da ejemplo de lo que es verdadero y enseña a sus discípulos a decir la verdad, siempre. Él sabe que Juan advirtió que todos los mentirosos serían arrojados al lago que arde con fuego y azufre (ver Apocalipsis 21:8).