Un Último y Sano Pensamiento

(A Final Sobering Thought)

Claramente, Jesús quiere que las personas se conviertan en sus discípulos, como lo reveló en sus palabras a las multitudes registradas en Lucas 14: 26–33. ¿Qué tan importante es ser su discípulo? ¿Qué pasaría si alguno decide no ser su discípulo? Jesús respondió a esta pregunta al final de su discurso en Lucas 14:

Por lo tanto, la sal es buena, pero si la sal se hace insípida, ¿con que se sazonará? Ni para la tierra ni para el muladar es útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír, oiga. (Lucas 14: 34-35).

Nótese que estas declaraciones se relacionan con lo anterior, pues el texto comienza con la frase por lo tanto. Se supone que la sal tiene que ser salada. Eso es lo que la convierte en sal. Si pierde su sabor, es inservible y la “arrojan fuera”.

¿Qué tiene que ver esto con ser un discípulo? Así como se espera que la sal sea salada, Jesús espera que las personas sean sus discípulos. Debido a que Él es Dios, nuestra obligación razonable es amarle grandemente y tomar nuestras cruces. Si no somos sus discípulos, estamos rechazando su razón para nuestra existencia. Seríamos buenos para nada y destinados a ser “arrojados fuera”.

Esto no suena como el paraíso, ¿verdad?

En otro tiempo, Jesús dijo a sus discípulos (ver Mateo 5:1):

Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, si no para ser echada fuera y pisoteada por los hombres. (Mateo 5: 13)

Estas son sabias y verdaderas advertencias. Primero, sólo aquellos que son salados (Una obvia metáfora para “comprometidos para la obediencia”) tienen algún uso para Dios. El resto “no sirven más para nada… y son echados fuera y pisoteados”. Segundo, Es posible para alguien que es salado, el volverse insípido, de otra forma Jesús no hubiera tenido necesidad de advertir a sus discípulos. Como esta verdad contradice a lo que muchos enseñan hoy, diciendo que uno puede ser un creyente ligado al cielo en Cristo, sin ser un discípulo de Cristo, o que no es posible perder el estatus de salvación de uno. Consideraremos estas ideas erróneas con más detalle en los capítulos siguientes.