Otra Torcedura

(Another Twisting)

Este mismo Pasaje es frecuentemente usado en otra forma por los predicadores de la prosperidad con el fin de justificar su doctrina. Ellos dicen que debido a que la ley prometió pobreza a aquellos que no la guardaran (ver Deuteronomio 28:30-31. 33, 38-40, 47-48, 51, 68) y debido a que Pablo escribió que Jesús nos redimió de la maldición de la ley (ver Gálatas 3:13), nosotros, los que estamos en Cristo, hemos sido redimidos de la maldición de la pobreza.

Primero, se puede debatir el hecho de que Pablo estaba pensando en una maldición específica en Deuteronomio 28, cuando él escribió “la maldición de la ley” de la cual Jesús nos redimió. Note que Pablo no dijo que Jesús nos redimió de las maldiciones (plural) de la ley, sino de la maldición (singular) de la ley, quizás queriendo decir que toda la ley era una maldición a aquellos que buscaban salvación al guardarla. Una vez que somos redimidos en Cristo, no cometeremos más el error de tratar de salvarnos a nosotros mismos al guardar la ley, y por esto somos redimidos de la maldición de la ley.

Si Pablo estaba verdaderamente diciendo que Cristo nos redimió de todos los desastres escritos en Deuteronomio 28, por lo cual se nos garantiza la prosperidad material, deberíamos preguntarnos por qué Pablo escribió de sí mismo “hasta el día de hoy padecemos hambre y tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados y no tenemos lugar fijo donde vivir” (ver 1 Corintios 4:11). También debemos preguntarnos por qué Pablo escribió,

“¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro o espada? Como está escrito: por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero” (Romanos 8:35-36).

Obviamente, Pablo no hubiera escrito estas palabras si todos los cristianos estuvieran exentos de sufrir persecución, hambre, desnudez, peligro o espada, debido a que Cristo nos ha redimido de la maldición de la ley.

También nos tenemos que preguntar por qué Jesús anticipó la siguiente escena:

“Entonces el rey dirá a los de su derecha: venid, benditos de mi Padre, heredad el Reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo, porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me recogisteis, estuve desnudo y me vestisteis; enfermo y me visitasteis; en la cárcel y fuiste a verme. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿Cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, o sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te recogimos, o desnudo y te vestimos? ¿O Cuando te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? Respondiendo el rey les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mateo 25: 34-40, énfasis agregado).

Según este pasaje, no hay duda de que algunos creyentes que “son redimidos de la maldición de la ley”, podrían encontrarse en situaciones nada prósperas. Sin embargo, note que en las circunstancias de prueba que Jesús describió, Dios suplió las necesidades de los creyentes que sufrían, y lo hizo por medio de otros creyentes que tenían más de lo que necesitaban. Siempre podemos esperar que Dios supla nuestras necesidades, aun si temporalmente no pareciera así.

Finalmente, aquellos predicadores de la prosperidad que quieren ser tan ricos como Abraham deben sinceramente preguntarse si quieren vivir en una tienda toda su vida sin electricidad ni agua. Aquellos a quien Dios bendijo con cierta cantidad de dinero en el Antiguo Testamento, se esperaba que usaran sus riquezas para la gloria de Dios, compartiendo su abundancia y proveyendo para otros. Esto fue lo que Abraham hizo, al suministrar empleo a cientos de personas que suplieron sus necesidades (ver Génesis 14:14). Job también hizo esto, y también testificó de usar su riqueza para cuidar a las viudas y huérfanos (ver Job 29:12-13, 31: 16-22). Aquellos que tienen habilidades para los negocios deben asegurarse que su tarea principal sea obedecer a Dios y amar a su prójimo como a sí mismo.