El Tercer Factor que Limita el Crecimiento de la Iglesia

(A Third Limiting Factor to Church Growth)

El tercer factor que detiene el crecimiento de las iglesias individualmente es la habilidad del pastor. La mayoría de los pastores no tienen las habilidades necesarias para supervisar una gran congregación y ni siquiera es culpa de ellos. Simplemente no son tan talentosos en cuanto a la organización y la administración o no tienen las habilidades necesarias para predicar y enseñar en una congregación grande. Claramente, estos pastores no han sido llamados por Dios para servir en congregaciones grandes y estarían en un error si intentan hacerlo. Es mejor que ellos pastoreen únicamente una iglesia institucional de mediano tamaño o una iglesia casera.

Recientemente leí un libro muy popular relativo al asunto del liderazgo de un pastor general en una de las iglesias institucionales más grandes de los Estados Unidos. Mientras leía las páginas con los consejos que este pastor había sugerido para pastores modernos debido a su experiencia, el pensamiento que llenó mi mente fue: “Él no nos está diciendo como llegar a ser un pastor, más bien nos dice cómo convertirnos en un gerente ejecutivo de una corporación enorme”. Y no hay otra opción para los pastores de las mega iglesias institucionales de los Estados Unidos. Se necesita una gran cantidad de empleados y, a la vez, el supervisar a todos los empleados requiere de un trabajo a tiempo completo. El autor del libro que estaba leyendo era suficientemente habilidoso para ser el jefe ejecutivo, presidente o gerente de una gran corporación secular. (De hecho, en su libro con frecuencia menciona a consejeros expertos en el manejo de grandes negocios, aplicando sus experiencias al liderazgo de los pastores-lectores). Pero muchos, si no la mayoría de sus lectores, no tienen las habilidades administrativas y empresariales que él tiene.

En este mismo libro, el autor ingenuamente habla de las muchas ocasiones en las que él hizo errores fatales mientras construyó su enorme congregación, errores que pudieron costarle su familia o el futuro de su ministerio. Por la gracia de Dios, él sobrevivió. Sin embargo, sus experiencias me recuerdan las muchas ocasiones en que he visto a otros pastores institucionales ir tras la misma clase de éxito, y cometer errores similares sufriendo un hundimiento total. Algunos, al entregarse tanto a sus iglesias, perdieron a sus hijos y arruinaron sus matrimonios. Otros muchos sufrieron ataques nerviosos o agotamiento ministerial. Otros terminaron tan desilusionados que por último abandonaron su ministerio. Algunos otros sobrevivieron, pero eso es todo lo que se puede decir. Continúan viviendo en silenciosa desesperación, preguntándose si sus sacrificios sobrehumanos fueron de algún valor.

Mientras leía este particular libro, continuamente se fortalecía mi mente con la sabiduría de la iglesia primitiva, donde no había semejanza alguna con la moderna iglesia institucional y donde los pastores no eran responsables de un rebaño mayor de más o menos veinticinco personas. Como lo dije en un capítulo anterior, los pastores que piensan que sus congregaciones son muy pequeñas deberían reconsiderar su forma de pensar en cuanto a su ministerio a la luz de la Escritura. Si sus congregaciones tienen cincuenta miembros, pueda que ya sean muy grandes. Si tiene un liderazgo capacitado dentro de esta iglesia, debería considerar en oración, la posibilidad de vender su edificio institucional y dividir a su congregación en tres iglesias caseras, con la meta de hacer discípulos y construir el Reino de Dios con los métodos divinos.

Si esto parece muy radical, al menos deben iniciar el discipulado de líderes futuros o comenzar grupos pequeños. Si ya cuenta con grupos pequeños, se debe permitir a algunos su independencia para que formen iglesias caseras, con el fin de ver qué sucederá.